Miércoles 05 de junio de 2024
Queridos hermanos en el Señor: Os deseo gracia y paz.
Durante los últimos meses has recibido el sacramento de la Confirmación. O, tal vez, quedan pocas semanas para que el Espíritu Santo entre dentro de ti para permanecer, para residir, para habitar. No se trata de un intimismo sentimental. Hay algo más importante que “sentir”. Lo decisivo es “vivir”.
Te has preparado durante un período intenso para este momento decisivo. Has conocido más y mejor a Jesucristo. También has saboreado por tu propia experiencia lo que significa formar parte de la gran familia que es la Iglesia. Te han hablado del Espíritu Santo. Conoces algunos de los pasajes más importantes de la Biblia en los que se habla del Espíritu.
Y ahora, cuando has sido ungido y el Espíritu reside dentro de ti, es un buen momento para que pienses en tu responsabilidad y en tus posibilidades. Como bien sabes, el sacramento de la Confirmación no es la etapa final. No es el momento del “adiós”, sino el punto de partida para una vida más consciente, responsable y comprometida.
Ahora ya no estás solo. Ahora ya no cuentas solamente con tus fuerzas. Ahora estás mejor orientado y mejor capacitado para vivir cada día en amistad creciente con Jesucristo. El Espíritu Santo activa en ti la capacidad de ver con mayor luz, de ser testigo con mayor entrega, de afrontar las dificultades sin miedo, de creer con más intensidad, de esperar con más alegría, de amar con más disponibilidad.
Te han dado a conocer diversas realidades en la parroquia, o en el movimiento, o en el grupo, para colaborar activamente. Puedes ser catequista, o voluntario, o formar parte del grupo de animación litúrgica, o integrarte en el servicio de música, o visitar enfermos, ancianos y necesitados. En definitiva, hay un gran elenco de actividades en los que tu presencia y tu apoyo pueden ser importantes.
En tu familia, en clase, cuando haces deporte o cuando realizas cualquier actividad, puedes ser testigo de Jesucristo, incluso sin pronunciar muchas palabras, sencillamente con tu estilo de vida alegre, responsable y coherente.
“Mira el vacío del hombre si tú le faltas por dentro”, decimos en una bella oración. Sin el Espíritu Santo, a tu alrededor todo aparece como rutina y aburrimiento. Sin el Espíritu Santo hay muchas preguntas sin respuesta. Con el Espíritu Santo descubres que Jesucristo es la respuesta y que todo lo que Él toca se vuelve joven, se renueva.
La participación en la Eucaristía dominical, la recepción periódica del sacramento de la reconciliación, la lectura orante de la Sagrada Escritura, el acompañamiento en diálogo abierto y frecuente con un sacerdote, la lectura de libros provechosos, la escucha de música con contenido, las buenas películas, las amistades sinceras, el grupo solidario del que puedes formar parte, la disponibilidad para atender y ayudar a tus abuelos, y tantas otras cosas, te estimulan y te animan.
En definitiva, deja que el Espíritu Santo trabaje en ti desde dentro. Invócale con frecuencia. Ábrete a su acción. Reconoce su presencia. Que Él te impulse en tu misión.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
Julián Ruiz Martorell, Obispo de Sigüenza-Guadalajara
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