OPINIÓN

Carta del obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara : Oración por la paz

Miércoles 09 de octubre de 2024
Queridos hermanos en el Señor: Os deseo gracia y paz.

En este mes de octubre, en que oramos con mayor devoción e intensidad a la Virgen, hemos de rezar invocándola como “Reina de la paz”, para que interceda ante su Hijo, “Príncipe de la paz”, y que cesen las guerras en tantos lugares donde está encendida la llama de la violencia.

En 1917, el papa Benedicto XV mandó que se añadiese a las letanías la invocación “Reina de la paz”. El número 45 de las “Misas de la Bienaventurada Virgen María” presenta una celebración, titulada “La Bienaventurada Virgen María, Reina de la paz”, en la que oramos con estas palabras: “Oh, Dios, que por medio de tu Hijo Unigénito otorgas la paz a los hombres, por intercesión de la siempre Virgen María, concede a nuestro tiempo la tranquilidad deseada, para que formemos una sola familia en la paz y permanezcamos unidos en el amor fraterno” (oración colecta).

Tanto en la oración sobre las ofrendas como en la oración después de la comunión se atribuye a la Virgen María el título de “Reina de la paz”. En el prefacio se reza al Padre diciendo: “Ella es tu humilde esclava que, al recibir el anuncio del ángel Gabriel, concibió en su seno virginal al Príncipe de la paz, Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro”. Y también: “Ella es la discípula de Cristo, alumna de la paz, que, orando con los apóstoles, esperó la Promesa del Padre, el Espíritu de la paz, de la unidad, de la caridad y del gozo”.

En ocasiones, cuando se habla de la guerra se dice que es un “conflicto de consecuencias imprevisibles”. Por desgracia, las consecuencias de las guerras son siempre previsibles: escalada de violencia, odio, muerte, destrucción, tristeza, sufrimiento, desinformación tendenciosa, menoscabo de la verdad, rupturas familiares, personas desplazadas que huyen, y terribles secuelas que perduran durante mucho tiempo. Las personas, los animales, la vegetación, los cauces de los ríos, los recursos naturales, el paisaje, sufren más allá de lo imaginable. Los niños suelen ser los más perjudicados tanto en su salud física y mental como en la ruptura de sus procesos educativos y el desarraigo de su contexto habitual.

El 2 de octubre, el Papa Francisco, en la homilía de la Eucaristía de apertura de la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, recordaba “esta hora dramática de nuestra historia, mientras los vientos de la guerra y los fuegos de la violencia siguen devastando pueblos y naciones enteras”.

Oramos para que el Señor nos conceda los dones de la unidad y de la paz y para que cultivemos eficazmente entre nosotros la paz que Cristo nos da.

Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

Julián Ruiz Martorell, Obispo de Sigüenza-Guadalajara




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