LA opinión
Antonio Herráiz
Miércoles 22 de octubre de 2014
Hay cosas que tienen muy poca gracia. Y en los últimos días me han contado unas cuantas. Me comenta un amigo que se metió en la ducha el pasado sábado apenas un par de horas antes de que se casara su hermana y se encontró con el agua cortada.
¡Menuda broma! Me consta que ese mismo día y a una hora similar por alguna peluquería de la ciudad tuvieron que desfilar varias señoras con los rulos puestos ante la imposibilidad del pertinente lavado posterior. De comedia, vamos. La cuestión quedaría reducida al simple pataleo y a la resignación si no fuera por la respuesta de Guadalagua, empresa que gestiona el servicio. Al teléfono un empleado: “Mire no le puedo decir cuánto va a durar el corte y no sé si se trata de una avería”. “Podría pasarme con el encargado o un responsable”, le replica el sufrido contribuyente. “¿Usted qué cree?, ¿que el encargado va a estar aquí un sábado?”. Concluye el empleado. Seguro que usted, querido lector, tiene alguna historia parecida porque en los últimos días se han repetido los cortes de agua y me aseguran desde el Ayuntamiento que son obligatorios debido a las numerosas obras que están ejecutando. Hasta aquí todo correcto. El problema es que con Guadalagua llueve sobre mojado, nunca mejor dicho, y la información es escasa por no decir nula. Escribí en su momento que la privatización de este servicio no me gustaba un pelo y que la opacidad había marcado su adjudicación. Me sigue sin convencer y Guadalagua necesita mejorar mucho, como los malos estudiantes, y el responsable último es el equipo de Gobierno. ◆
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