La Puerta celebró la romería a la Montealeja

Después de la Misa, que ofició el párroco local, Carlos San Félix, a quien acompañaron otros religiosos que viven en una de las casas del Sanatorio de Trillo, los porteños sacaron a hombros la imagen de la Montealeja para subastar los palos y las ofrendas que los fieles habían hecho antes. Tomaba la palabra Gregorio Pérez, natural del pueblo, prestándole su voz a la almoneda. Lo ha hecho durante doce años. Y “aunque la crisis se nota en todo”, según explicaba el mismo Gregorio, los lugareños pujaron con ganas por llevar a hombros a la Señora y por llevarse sus regalos.

Hasta allí se habían desplazado fieles de La Puerta, distante ocho kilómetros del lugar, de Trillo, que está a veinticinco, de las más cercanas Azañón y Morillejo, y otras localidades que le tiene fe a la Montealeja, como Arbeteta. Cuando terminó la procesión, Gregorio volvía a subastar los palos, pero esta vez para entrarlos en la Ermita. Cuando concluyó la celebración, cada familia se sentó en su lugar habitual, bajo las encinas, para compartir mesa y mantel. No faltaron la tortilla, los pimientos, los chorizos y embutidos caseros regados con vino, ni las conversaciones sobre lo retrasado que va este año el huerto y el daño que han hecho las heladas a los más madrugadores en ponerlo. Acompañando al alcalde pedáneo de La Puerta, Teófilo Benito, estuvieron diferentes miembros de la corporación municipal encabezados por el alcalde de Trillo, Francisco Moreno.

La Vírgen de la Montealeja
En su origen, la Ermita se construyó con planta rectangular y una nave única a la que posteriormente se le añadieron dos cuerpos posteriores. Destaca en su construcción la utilización de piedra de sillar en las esquinas y vanos de las puertas, siendo de mampostería el resto del edificio.

La historia de la devoción a la Virgen de la Montealeja la cuenta un exvoto que se halla en la iglesia de La Puerta. Un labrador, natural del pueblo, había ido con su mula a por una carga de trigo a la vecina localidad de Gualda, famosa por su producción de ese cereal. A la vuelta, al pasar por uno de los vados del Tajo cercano al lugar donde se erige ahora la Ermita, la fuerza de la corriente pudo con labrador y caballería y, dicen los porteños, que de no mediar la señora, el hombre hubiera muerto ahogado. Desde entonces, los pueblos de Cereceda y La Puerta peregrinan al lugar en dos sucesivos fines de semana del mes de mayo.