Educación Deportiva

Hasta ahí todo correcto, si no fuera porque a Mª Jesús (nueva en estas lides), le llama poderosamente la atención la manera de comportarse de otros padres en una cancha, donde los que practican son tiernos infantes. Y no es para menos. Insultos, amenazas, improperios, salvajadas, acoso directo a sus propios hijos y barbaridades irrepetibles a los trencillas, generalmente también, en edad de iniciación.

Esas son las enseñanzas que algunos estamos dando a los más pequeños. Les atosigamos, les exigimos y les pedimos que sean como el mismo Cristiano Ronaldo (por citar sólo un ejemplo), cuando los chavalines lo que tienen que hacer es jugar (en la más amplia extensión de la palabra), divertirse, dar rienda suelta a su imaginación, hacer amigos y nunca competir y mucho menos encolerizarse y odiar al rival o colegiado de turno.

Si todos tenemos un entrenador en nuestro interior, mejor sería que nos lo hiciéramos mirar, antes que se convierta en un ogro, en beneficio de los más jóvenes y empezáramos por conseguir una mayor y mejor educación deportiva, que redunde en un ambiente más cordial y acorde con las circunstancias.

Los padres deben saber que la influencia que ejercen sobre sus hijos puede ser positiva o negativa. En caso negativo, lo único que conseguiremos es entorpecer el crecimiento natural del niño y confundir sus objetivos deportivos. Los programas de iniciación deportiva abogan por el aprendizaje y la diversión: “Todos juegan. Todos ganamos”. Seamos, por tanto, consecuentes y dejemos crecer en paz y disfrutando a las futuras generaciones de deportistas. ◆