Tribuna Abierta
José Luis Viejo: La última escapada
Por
REDACCION
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redaccionguadanewses/9/9/19
lunes 17 de noviembre de 2014, 11:39h
Sólo los hombres paradigmáticos son capaces de infundir en los jóvenes espíritu de sacrificio y ansias de conquista, grandes anhelos de superación y la voluntad inquebrantable de llegar a la meta. Cuando la vida te pone delante a uno de estos hombres, ni te dejan indiferente ni puedes olvidarlos. Hace muchos años, en aquella etapa de la vida en dejas de ser un niño y sales bicicleta de ruta, de pueblo en pueblo, con tus hermanos mayores, dábamos pedales por la Alcarria soñando que éramos ciclistas profesionales.
Teníamos tres modelos a seguir: Perico Delgado, Miguel Induráin y José Luis Viejo. Todos nos peleábamos por ser éste último. José Luis había fundido a sus rivales en el Tour de Francia, pedaleando y pedaleando con tanta fuerza durante más de ciento sesenta kilómetros en solitario que todavía hoy sigue vidente su récord, el de la mayor escapada de la historia aventajando al segundo clasificado en 22 minutos y 50 segundos. Los había más fuertes y los había más entrenados, los había con mejores bicicletas e incluso con mejores equipos. Pero no hubo ninguno que pudiera llegar a su rueda, pues cuando la mente se asocia al corazón, la voluntad del hombre se impone contra todo y contra todos. Y él se impuso de tal manera que pasados treinta ocho años nadie ha podido igualarle.
Terminadas nuestras salidas sobre ruedas, íbamos siempre a que José Luis Viejo nos pusiera a punto nuestras bicicletas. Arreglo de piñones o de cadenas, pinchazos o radios partidos, repuesto de bidones de agua o cuernos nuevos para cortar el aire y coger la máxima velocidad. Estando allí con él, en su tienda de Azuqueca, era difícil no fijarse en aquellas bicicletas de carreras que tenía en la exposición, de marcas conocidas, buenos materiales y precios altos, destinadas a ciclistas profesionales o, al menos, de cierto nivel (adquisitivamente hablando, claro). Recuerdo perfectamente que mirando esas bicicletas y amagando preguntarle por ellas, se adelantó y nos dijo: “no gana el que tenga la bicicleta más cara o de mayor calidad, sino el que tenga las piernas bien entrenadas, el corazón fuerte y la cabeza amueblada”.
Los azudenses tenemos ese vínculo con nuestro pueblo que es inexplicable. Azuqueca de Henares seguramente no es el pueblo más bonito de España (eso dice mi mujer…). No tenemos castillo, ni catedral. Ni siquiera una hilera de piedras que nos recuerde a una antigua muralla. El río que baña nuestra tierra, el Henares, no recorre nuestras calles ni tiene puente romano alguno que lo salte. Está lejos, distante, haciendo imposible la composición de alguna estampa que sea nuestra seña de identidad. Pero tenemos para siempre en Azuqueca a José Luis Viejo, uno de los nuestros, la leyenda que fue verdad, que nos demostró a todos que se puede llegar a la meta el primero sin necesidad de mirar atrás. Basta el sacrificio, el esfuerzo y la voluntad. Él fue un tipo normal, sencillo, humilde. Y precisamente por eso, llegó a ser el mejor. En Azuqueca no deja ningún vacío, pues las leyendas jamás abandonan su puesto. Permanecen en el recuerdo y en esa memoria colectiva que en nuestro pueblo, todos conocen y admiran en José Luis Viejo.
Con 65 años y después de una feroz enfermedad, se ha vuelto a escapar, esta vez para siempre. Sólo hace una semana que su hija María, vestida de novia, al bajar del altar, le fue a ver al hospital, junto a su marido, mi hermano Javier. José Luis ya no pudo salir del hospital para ser testigo del matrimonio de su hija, pero sin duda se ha ido lleno de gozo y alegría recordando ese momento, el momento de sus últimos días aunque fuera recluido en el hospital. Recibió los sacramentos y abrazando la Fe abrió y levantó los brazos únicamente para volver a cruzar la meta, esta vez la última, la más importante, la definitiva. Nos dio ejemplo en vida. Nos dejó la lección de su muerte. Descanse en paz.
Miguel Menéndez Piñar