La Opinión de Andrés Aberasturi
A.aberasturi
martes 09 de diciembre de 2014, 00:26h
Lo que aún es sólo un proyecto, esa reforma a la que se ha apuntado el recién estrenado ministro de Justicia, no huele demasiado bien. Naturalmente es pronto para opinar, porque hasta ahora todo lo que hay son posibilidades y ya se sabe que, cuando se quiere reformar algo sensible, da muy buen resultado lanzar globos sondas de casos excesivos que fijan las miradas de todos, se retiran a última hora y así se cuelan, como de rondón, otra serie de disposiciones sin apenas publicidad.
Pero hay dos temas complicados que ya están dando mucho que hablar y que desde luego sólo serían comparables a la famosa patada en la puerta de Corcuera por la que dimitió.
Lo más llamativo, acortar por decreto el tiempo de instrucción en determinadas causas en un sistema judicial que tarde de media entre diez y quince años en resolver un asunto complejo: o le da usted más ayuda a los jueces, o las posibilidades de una buena instrucción van a ser mínimas. Las cosas no se pueden acelerar porque sí y menos aún, en un sistema tan garantista como el nuestro.
Y si eso es grave –aunque absolutamente necesario pero bien hecho, ayudando al juez instructor y dotándoles de los medios adecuados- lo que ya suena a globo sonda o a disparate total es la posibilidad de que sea el ministerio del Interior, la policía, la que pueda sin orden judicial “pinchar” el teléfono de cualquier ciudadano, porque haya una sospecha cuya “gravedad” nadie puede valorar exactamente.
Yo, que soy viejo, estoy convencido de que eso ya se hace, pero al menos me queda el consuelo de que, si es cierto, se está cometiendo una ilegalidad. Pero de ahí a santificar ese asaltado a la intimidad que la Constitución defiende, me pare un salto excesivo.
a.aberasturi