Vaqueros veteranos, con necesidad de zonas de pasto y en posesión de mechas retardantes. Son el centro de las principales sospechas de las autoridades en Cantabria y Asturias tras dos semanas de incendios encadenados en sus montañas. Con las cenizas aún humeantes, la Guardia Civil ha iniciado la investigación mientras muchos vecinos asisten impasibles al fenómeno: dicen que estos fuegos son normales, y que se repiten cada diez años. En Ruente, pequeña localidad del valle de Cabuérniga (Cantabria), todos los vecinos dicen saber quién es el culpable del paisaje negro que les rodea desde el pasado 19 de diciembre. Quienes conocen los montes sospechan que el responsable vive entre ellos, pero en esta población de apenas 300 habitantes nadie quiere señalar a nadie por miedo a represalias. Hombre, de profesión ganadero, veterano, con conocimiento de la zona y su orografía, con domicilio entre cinco y diez kilómetros respecto al lugar del siniestro y que sabe cómo fabricar una mecha de retardo para estar lejos cuando se descubra el fuego. Es el retrato robot del autor de los incendios que han quemado la montaña asturiana y cántabra durante dos semanas. El perfil sale de las sospechas y certezas que manejan guardas de montes, operarios de cuadrillas forestales y otras fuentes implicadas en la investigación de los siniestros. “Esto lo hacen incendiarios que ven normal quemar el monte. Nada de quema de broza que se ha descontrolado involuntariamente: esto lo han provocado gentes que saben que el viento sur y las temperaturas tan altas de estos días propagarían el fuego más rápido”, denuncia Ángel Carlos Terán, vecino de Ruente que trabajó como guarda forestal cuarenta años. Sigue leyendo.
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