Las redes sociales no controlan la propaganda que víctimas de trastornos alimentarios hacen de su enfermedad. Con fotos y vídeos, además de aconsejar cómo perder peso o vomitar, llegan a alentar al suicidio. Jóvenes que antes visitaban las webs Ana y Mia (proanorexia y probulimia) hoy usan etiquetas camufladas con nombre de mujer para difundir sus comentarios. Las plataformas se limitan a recordar sus normas de uso o, como mucho, avisar del contenido sensible. Las familias exigen una regulación en España. Otros países de la UE ya la tienen. "Puta gorda de mierda”. Así de rotundo era el título con el que una usuaria de la red social Instagram mostraba un selfie. En la foto, publicada el pasado verano, aparecía su torso semidesnudo, en el que, debido a su evidente y extrema delgadez, se le marcaban las costillas y los huesos de la cadera. A través de likes, medio centenar de personas indicaron que les gustaba la imagen, y más de veinte se atrevieron a comentarla. Algunas alertaban a la chica sobre su bajo peso, pero otros le decían lo “bonita” y “perfecta” que estaba. Hace unas semanas, otra joven española publicaba una instantánea en la que pasaba una pierna famélica entre los barrotes de una verja. El pie de foto era demoledor: “Me he comido un plato gigante de spaguetis a la carbonara. Quiero morirme”. Hace ya once años, interviú denunció la existencia de cientos de páginas webs en las que chicas con trastornos alimentarios intercambiaban consejos sobre cómo vomitar, bajar de peso rápidamente u ocultar a padres y terapeutas la existencia de enfermedades como la anorexia y la bulimia. Pero con el auge de las redes sociales, el peligro se ha incrementado. “La Asociación Protégeles, que ya no funciona, consiguió cerrar muchas páginas, aunque se abrían otras a los dos días. Pero las redes sociales son más peligrosas y mucho más difíciles de controlar”,denuncia María del Carmen Galindo, presidenta de la Federación Española de Asociaciones de Ayuda y Lucha contra la Anorexia y la Bulimia (Feacab), que añade asustada: “En Instagram las chicas suben fotos con cortes en los brazos y lo comparten con otras”. Es fácil encontrar un ejemplo. Hace una semana, una chica redactó el siguiente comentario: “¿Sabes qué es lo peor de cortarse? Prometer no hacerlo y no poder cumplirlo”. El texto acompañaba a un dibujo de unos muslos llenos de heridas. “Yo también lo he prometido más de una vez”, alienta una de sus seguidoras. Lidia Amella, madre de una chica que padece anorexia nerviosa, conoce bien el riesgo que tienen estas páginas webs y las redes sociales. “Descubrí que mi hija Nadia estaba enferma –cuenta– el día que se ‘dejó olvidado’ un vómito. Ella, que entonces tenía 13 años, me confesó que había recurrido a internet para averiguar cómo provocárselos. Cuando vi la cantidad de contenido proanorexia y probulimia que había en internet, aluciné”. La niña enfermó hace más de tres años y hoy en día, aunque intenta superarlo, no está completamente restablecida. Su madre se ha convertido en un referente en la lucha contra la apología de estos trastornos en la web. Chicas jóvenes “Si preguntan mi dieta, por el día solo tomo agua y si como algo es fruta o verdura. ¡Vamos Anas y Mías que cuesta pero se puede!”; escribe una joven que, en una foto difundida en las redes sociales, abarca todo el diámetro de su muslo con los dedos de las manos. Este tipo de comentarios son muy frecuentes. Descubre el peligro que tiene internet para estas chicas anoréxicas aquí, en nuestra edición PDF.
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