Carta semanal del obispo: “Día de los abuelos”

El próximo día 26 de julio, festividad de San Joaquín y Santa Ana, abuelos del niño Jesús, la Asociación “Edad Dorada-Mensajeros de la Paz” celebra, desde hace 16 años, el “Día de los Abuelos”. Con esta celebración se pretende dar gracias a Dios y a los abuelos por su testimonio de amor, ternura y generosidad en las relaciones con sus hijos, con sus nietos y con los restantes miembros de la sociedad.

Quienes hemos tenido la dicha de conocer y convivir con alguno de nuestros abuelos, experimentamos en todo momento comprensión, sabiduría y cariño. Además de precedernos en el testimonio de una vida digna, en la fidelidad a la verdad y, en muchos casos, en la confesión de su fe en Dios sin miedos ni fisuras, nos han enriquecido con la sabiduría acumulada y experimentada a lo largo de los años.

El libro del Eclesiástico, al referirse a los mayores, afirma: “No te apartes de las conversaciones de los ancianos, porque ellos mismos aprendieron de sus padres: de ellos aprenderás a ser inteligente y a dar una respuesta en el momento justo” (Ecl 8, 9). Siguiendo esta enseñanza bíblica, muchos abuelos gozan en nuestros días del cariño, del afecto y de las atenciones de sus hijos y nietos. En ellos constatan la sabiduría, la bondad, la capacidad de sacrificio y la entrega de la propia vida a favor de los demás sin exigir nada a cambio. Por eso, es tan importante que los padres no priven a sus hijos de la compañía y de las expresiones de cariño de los abuelos.

Pero, junto a estos abuelos queridos, comprendidos y valorados por los suyos, existen otros que viven solos, olvidados. Como consecuencia de estos olvidos incomprensibles, muchos nietos no podrán ser nunca un don para sus abuelos ni podrán gozar de sus cuidados ni de sus mimos. Es más, no tendrán oportunidad de valorar su amor incondicional ni de escuchar sus sabios consejos.

En el Occidente rico y opulento muchos ancianos son considerados como un lastre, porque ya no producen o porque se consideran una carga innecesaria. Así nos encontramos con muchos ancianos que, aunque reciben buenos cuidados en alguna residencia para la tercera edad, experimentan sin embargo la soledad y el abandono de quienes lo han recibido todo de ellos, en ocasiones, con grandes sacrificios y privaciones.

Si aplicamos a las familias que abandonan a sus mayores y prescinden de su capacidad de servicio y de su sabiduría las palabras dirigidas por el Papa Francisco a la sociedad occidental, tendríamos que concluir que nos encontramos ante familias enfermas y sin futuro, porque les falta la memoria. Allí donde no hay respeto, reconocimiento y honor para los mayores, no puede haber futuro para los jóvenes.

La Iglesia, atenta a las enseñanzas de Jesús y contemplando su amor a cada ser humano, no puede dejarse arrastrar por esta mentalidad de indiferencia o de desprecio hacia los abuelos o las personas mayores. La comunidad cristiana tiene que saber expresar en todo momento la gratitud, el aprecio y la acogida a los abuelos para que se sientan miembros vivos de la misma y para que puedan experimentar el consuelo de Dios mediante la participación en los sacramentos y la escucha de la Palabra. Si nosotros no aprendemos a tratar con amor a los mayores, seguramente no recibiremos este amor cuando lleguemos a la ancianidad.

En el “Día de los Abuelos”, y cada uno de los días de la vida, demos gracias al Señor por su testimonio de fe y por sus vidas entregadas incondicionalmente a los suyos y a la sociedad. Invoquemos para ellos la especial protección de San Joaquín y de Santa Ana, para que nunca experimenten la soledad y el abandono de quienes lo han recibido todo de Dios y de ellos.

Con mi sincero afecto y estima, feliz día del Señor.

Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara