Este sábado se ha celebrado en Pastrana el primero de los festejos taurinos correspondientes a la fiesta mayor que la Villa Ducal celebra en honor a la Virgen de la Asunción. Cuatro chavales, todos ellos menores de 18 años, tuvieron la oportunidad de lucirse en la Plaza de Toros de Pastrana, inaugurada en el año 1885, y que es, por lo tanto, la más antigua de Guadalajara, en modalidad de clase práctica.
La presidencia del festejo le correspondió el alcalde de Pastrana, Ignacio Ranera, tomando, como mandan los cánones, la decisión última sobre los trofeos para los intervinientes. Sin embargo, y como ya ocurriera en anteriores ediciones de este festejo en la Villa Ducal, el triunfador lo ha decidido el público. Para ello, el Ayuntamiento habilitó una urna, entregando papeletas con la entrada, para que los aficionados votasen por el joven torero que prefiriesen al final del espectáculo.
El paseíllo con los diestros, precedido por la Asociación Cultural Banda de Música de Pastrana, salía de la Plaza de la Hora muy puntual, como no podía ser de otra manera, a las siete de la tarde. Por la calle de la Princesa de Eboli sonaba el pasodoble 'Amparito Roca'. Con mucho calor aún en La Alcarria -el termómetro bien por encima de los treinta grados- comenzaba el festejo un cuarto de hora después.
Los cuatro becerros, de la ganadería de Alvaro Polo, hicieron gala de la fama que les precedía de embestir, aunque dieron juego desigual. Los becerristas torearon por orden de edad, de menor a mayor, según la costumbre. Abrió plaza Sebastián Gómez, que aprende el oficio en la escuela taurina que El Juli tiene en la madrileña localidad de Arganda del Rey. El chaval, que hizo gala de mucho oficio para el poco rodaje que tiene, se enfrentó a un becerro de calidad en líneas generales pero que reponía, lo que perjudicó al aprendiz e hizo que pocas veces se sintiera a sus anchas en la cara del animal. Todo lo suplió con muchas ganas. Falló a espadas y, además, el animal tardó en caer. La presidencia le concedió una oreja. Gómez, a quien fue su padre quien le metió el gusanillo taurino, no se fue satisfecho con su actuación en Pastrana. “Ha sido un becerro muy bueno, con recorrido y comportamiento para el triunfo. La espada me ha negado un trofeo mayor”, lamentaba.
Siguió la actuación de José Rojo, a la postre triunfador en Pastrana. El trujillano se llevó merecidamente las dos orejas de su enemigo, un becerro con mucha calidad, con menos temperamento que el anterior, lo que le permitió al chaval sentirse a sus anchas en la cara del toro. Rojo demostró oficio sobre el albero pastranero, estuvo firme con la espada y soberbio con las banderillas.
Con la muleta transmitió su arte al público pastranero, que entendió su mensaje y ganas de hacer toreo puro. “Me he sentido bien con el capote, muy suelto”, decía. Con la muleta el extremeño expresó lo que sentía, sobre todo por el pitón izquierdo, con un final por naturales de rodillas, “del que he disfrutado mucho”. La afición le viene de familia. “Quiero ser torero porque es la manera en la que mejor expreso lo que yo soy. La culpa la tiene mi padre, que siempre ha tenido mucho contacto con el mundo del toro. Me transmitió su afición, y no me arrepiento en absoluto”.
A Carlos de María, aprendiz de torero proveniente de Loeches que se forma en la Escuela Taurina de Guadalajara, le correspondió un becerro con mucha calidad, pero con menos fuerza que sus hermanos. Pese a su poca experiencia con público, el chaval resolvió bien las carencias de su enemigo, dándole los espacios y los tiempos que requería. Falló a espadas “porque se ha dejado el brazo atrás”, explicaba su mentor, Curro de la Rosa. El error es disculpable, puesto que era uno de los primeros becerros que mataba. “Ser torero es lo más grande que hay en este mundo. Me da una motivación enorme la que tengo por querer ser alguien en esta vida”, decía rotundo el chaval. Delante de su enemigo, se sintió “a gusto”. “La pena ha sido la espada”. De María admira a Juan Mora “porque hace un toreo puro”. Lo mejor de su faena fueron varias tandas de circulares, “en los que he sentido al animal”. El aprendiz se marchó encantado con Pastrana y su gente, con el apoyo que recibió del público y con la oreja que se llevó de su enemigo.
El último becerro fue el que tuvo peores condiciones para la lidia. Sobre todo por el pitón derecho se venía por dentro, mirando constantemente al diestro, que en este caso fue David Martinez, un chaval de Valdeaveruelo, que aprende en la Escuela Taurina de Guadalajara. Consciente de las dificultades, Martínez toreó preferentemente por el pitón izquierdo, y fue ahí donde se vio lo mejor de su faena. Las querencias de su enemigo le costaron más de un revolcón, sin embargo, suya fue la mejor estocada de la tarde, fulminante y en todo lo alto.
“Desde pequeño, iba a los toros con mi padre. Sentía que quería estar ahí, ser como ellos, hasta que hace dos años y medio decidí emprender este oficio tan duro. Ahí estamos, en la lucha, porque, con constancia todo llega”, decía sobre su afición y propósitos. Al respecto de su actuación, terminó algo contrariado. “Estoy contento pero no satisfecho. Podía haberle sacado más al becerro, pero me he atascado. No encontraba bien la forma de hacerlo. Por el pitón derecho era muy complicado, lo que me ha privado del lucimiento”, terminaba.
Para Ignacio Ranera, alcalde de Pastrana, y presidente del festejo, “la organización de eventos para promocionar a los jóvenes toreros es la manera en que nuestro pueblo apoya los toros y se compromete con ellos dándoles la oportunidad de lucirse cuando más lo necesitan, ahora que están empezando”.