Tirar las cenizas al mar, convertirlas en diamantes, conservarlas en un estadio o esparcirlas con un dron. Son algunas de las opciones escogidas por quienes quieren que su familiar reciba un homenaje distinto al entierro. El Papa Francisco ha prohibido estas prácticas argumentando que “la Iglesia aconseja la piadosa costumbre de sepultar el cadáver de los difuntos”.
Algunos empresarios creen que, en realidad, quiere controlar un negocio que mueve casi 1.500 millones de euros al año. "Polvo eres y en polvo te convertirás”. Pese a la enseñanza recogida en el libro de Génesis en la Biblia, la pasada semana los fieles recibían una inesperada noticia: el Papa Francisco prohíbe esparcir las cenizas de los difuntos o tenerlas en casa, recalcando que, aunque la “práctica de la cremación se ha difundido notablemente en muchos países, al mismo tiempo también se han propagado nuevas ideas en desacuerdo con la fe de la Iglesia”. Ese mismo día, la diócesis de Albacete anunciaba la inauguración del columbario de la Parroquia de San Juan Bautista.
La “aportación económica por el depósito de cenizas” va desde los 1.200 euros a los 3.500. En su nota, afirman que se trata de un “donativo” que se destinará al “sostenimiento económico de las misiones”, y no es “una compra-venta ni un arrendamiento, ni se genera ningún título de derecho funerario”. En las facturas de las propias funerarias “el servicio aparece como una donación, es decir, no tributa”, advierte Jesús Pozo, director de la revista Adiós Cultural y especialista en el sector funerario.
En España, 152.864 muertos fueron incinerados el año pasado, un 36,25 por ciento del total, según un estudio de la Asociación Nacional de Servicios Funerarios (Panasef).
En capitales de provincia, el porcentaje puede ascender hasta un 70 por ciento. Según un estudio de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), un servicio de incineración tiene un precio medio de 657 euros, mientras que un entierro cuesta más de 3.500. “Son unos precios al alza: entre 2003 y 2013 el precio de un entierro sencillo había subido más de un 50 por ciento”, destaca el estudio. Opciones como la de esparcir las cenizas del ser querido en el mar o convertirlas en una joya que los acompañe siempre son cada vez más elegidas por los familiares, que ahora se han encontrado por sorpresa con la opinión del Vaticano. Empresarios del sector sospechan que detrás de la instrucción del Papa Francisco podría haber motivos económicos, ya que el negocio funerario mueve 1.475 millones al año en España. MAR Y AIRE “Si por razones legítimas se opta por la cremación del cadáver, las cenizas del difunto, por regla general, deben mantenerse en un lugar sagrado, es decir, en el cementerio o, si es el caso, en una iglesia o en un área especialmente dedicada a tal fin por la autoridad eclesiástica competente”. Así explica la Congregación para la Doctrina de la Fe los pasos que los familiares deben dar si deciden incinerar a su difunto pese a la “preferencia” de la Iglesia por sepultar los cuerpos. En España, hay 17.682 cementerios y unos 8.000 son propiedad privada de la Iglesia: “Ellos fijan los precios que quieren, mientras que en los municipales se tienen que aprobar en pleno. La Iglesia se ha financiado con la muerte”, sostiene Jesús Pozo.
“Para evitar cualquier malentendido panteísta, naturalista o nihilista –dice la orden del Vaticano–, no será permitida la dispersión de las cenizas en el aire, en la tierra o en el agua o en cualquier otra forma, o la conversión de las cenizas en recuerdos conmemorativos, piezas de joyería o en otros artículos, teniendo en cuenta que para estas formas de proceder no se pueden invocar razones higiénicas, sociales o económicas que puedan motivar la opción e la cremación”. Eso cerca aún más las posibilidades de las familias.
“Lo que dice el Papa no tiene ni pies ni cabeza. El hecho de incinerar a una persona, muchas veces, nace de querer echar las cenizas en un lugar determinado, en el mar, en un acantilado, en su casa, en sus tierras… un lugar emotivo”, argumenta Jordi Franco, empresario que ha patentado la idea de esparcir las cenizas de un ser querido con un dron: “Me costó entre seis y ocho meses diseñar uno que pudiera levantar bien el peso y expulsar bien las cenizas, disipándolas en el aire”, explica el empresario, que se sacó el certificado RPAS (la licencia para manejar drones) en noviembre de 2014 y está esperando la formación del nuevo Gobierno para la modificación de la ley que le permite pilotarlo.
Para darle más carga sentimental, Jordi ha instalado una cámara en el dron para poder grabar el momento de pulverizar las cenizas.
Sigue leyendo.
http://www.interviu.es/