El que fue jefe de los empresarios y animaba a los españoles a “trabajar más y ganar menos” para salir de la crisis, cumple condena en la cárcel de Soto del Real (Madrid). En una celda para él solo, dentro de un módulo de respeto, Díaz Ferrán aguarda el veredicto de otros casos contra él (el primero, el de las tarjetas black de Caja Madrid). Ha solicitado que le dejen acudir a prisión solo a dormir.
Lleva cuatro años cumplidos en la cárcel de Soto del Real, adonde llegó acusado de multitud de delitos económicos. En ese tiempo ha visto entrar y salir, entre otros muchos presos, a Luis Bárcenas (que estuvo en ella entre junio de 2013 y enero de 2015) y a Mario Conde (que pasó por allí entre abril y junio de 2016). Conde incluso vivió en el mismo módulo, el número 10, uno de los conocidos como de respeto, donde Gerardo Díaz Ferrán cumple su condena de seis años y medio por el caso Marsans y Aerolíneas Argentinas.
El líder de la patronal lleva casi 1.500 días sin salir de la cárcel.-
Fuentes penitenciarias señalan que tiene buen comportamiento y no ha tenido un solo incidente reseñable. Desde su entorno, en cambio, afirman que no se ha “acostumbrado” a la vida en prisión e inciden en su avanzada edad (va a cumplir 74 años). Sea como fuere, Díaz Ferrán disfruta de las comodidades de los módulos de respeto: zonas reguladas por los propios presos, donde no hay internos conflictivos, con celdas individuales, actividades, biblioteca y talleres. Pero Díaz Ferrán se considera discriminado respecto a otros presos, especialmente algunos vips o mediáticos.
Los jueces han rechazado hasta ahora todas sus solicitudes para obtener el tercer grado (un régimen de semilibertad que le permitiría salir de prisión durante el día y regresar solo para dormir), del que disfruta, por ejemplo, otro preso conocido, Carlos Fabra, que fue líder del PP de Castellón. RIESGO DE REINCIDENCIA En la última ocasión, a finales del pasado mes de octubre, el juez rechazó concederle ese régimen debido a que apreció en Díaz Ferrán un riesgo de reincidencia “medio alto”, a lo que añadió el gran número de víctimas que provocaron sus delitos, la alarma social y la alta planificación de sus actos.
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