Se hacía llamar Claudio y llegó a la España del final del franquismo huyendo de su país, Italia, donde estaba siendo perseguido tras cometer varios crímenes en nombre del fascista Ordine Nuovo. Se unió a otros ultras que participaron en asesinatos llamados de guerra sucia alentados por sectores de la policía y los servicios secretos españoles. Siete años después del juicio contra los asesinos de Atocha, un informe del Gobierno italiano daba por probada su participación en aquella matanza.
En 2010, Cicuttini murió. Seguir su rastro de sangre habría servido para conocer la verdad sobre las tramas negras del terrorismo en la Transición. No fue posible. La investigación de la matanza de Atocha no llegó hasta el final. Un informe reservado del Comité Ejecutivo para los Servicios de Información y Seguridad (Cesis) italiano se centraba en un asesino fascista de ese país, Carlo Cicuttini, y aseguraba el 3 de marzo de 1987 que era “emblemática su aseverada participación en la conocida matanza de cinco abogados sucedida en 1977 en el barrio de Atocha de Madrid”.
El testimonio de otro arrepentido ultra detenido en Italia señalaba también la participación de Cicuttini, alias Claudio, en la masacre. interviú (por medio de sus reporteros José Luis del Campo y Rossend Domènech) había publicado ya tres años antes, en 1984, la pista de Cicuttini y entrevistado a los jueces italianos que investigaban la conexión entre asesinos ultras de su país y crímenes propiciados por las cloacas o tramas negras durante la transición española a la democracia. Cicuttini denunció a esta revista, que fue absuelta de todos los cargos después de aportar las pruebas italianas.
“Tenemos pruebas importantes de que algunos de estos terroristas cometieron acciones en conexión con los servicios secretos españoles en una especie de intercambio. Se les permitía residir en España a cambio de cometer acciones sucias por orden de estos servicios. Existen indicios de que existieron este tipo de conexiones en los hechos sucedidos en la calle Atocha de Madrid”, explicaron entonces a los reporteros de esta revista los jueces Vigna y Macchia, que investigaban a los terroristas italianos de ultraderecha.
Las pesquisas italianas demostraron que Cicuttini (huido de su país tras matar a tres carabineros y participar en un secuestro aéreo en 1972) colaboró con servicios secretos españoles. El líder de los fascistas italianos que se refugiaron en España en aquellos años, Stefano Delle Chiaie, admitiría luego que “la matanza de Atocha fue instigada por sectores de la policía”. Delle Chiaie, implicado en la matanza de Bolonia en la que fueron asesinadas 85 personas en 1980, ya estuvo en el episodio de Montejurra (el asesinato de dos personas durante un acto carlista en mayo de 1976) y apuntó que los ultras italianos se reunían por aquellos años en una pizzería cercana a la Gran Vía madrileña llamada El Appuntamento, donde acudían algunos policías franquistas.
Delle Chiaie contó que los ultras italianos estuvieron protegidos en España hasta 1977, cuando se desmanteló la Brigada Político Social franquista.
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