Este año, con ocasión del centenario de las apariciones de Fátima, una imagen peregrina de la Virgen, venerada en este Santuario, nos acompañará en la tradicional marcha al Santuario de Nuestra Señora de la Salud de Barbatona, el próximo día 14 de mayo. Esto no quiere decir que haya muchas Vírgenes, sino que los cristianos honramos y contemplamos a la única Madre de Dios y de la Iglesia bajo distintas advocaciones.
Las advocaciones de la Virgen de Barbatona y de Fátima, como sucede con otras apariciones marianas aprobadas y reconocidas por la Iglesia, nos invitan a centrar nuestra mirada en la respuesta incondicional de la Santísima Virgen al querer de Dios y a prestar especial atención a aquellas enseñanzas evangélicas que es preciso vivir más intensamente en un determinado momento de la historia de la humanidad.
Las apariciones del Ángel y de la Santísima Virgen, “la Señora vestida de blanco”, a los tres videntes de Fátima tienen lugar en un momento de confrontación y de guerra declarada en distintos países de la tierra. El ateísmo militante, además, provocaba frecuentes tensiones en la convivencia diaria, favoreciendo la persecución por motivos religiosos y amenazando de muerte a los ministros de la Iglesia.
En este ambiente de división y de enfrentamiento entre hermanos, las apariciones de Fátima a los pastorcillos invitan especialmente a la oración, a la conversión y a la búsqueda de la verdadera paz, que sólo el Dios del amor puede ofrecer a sus hijos. Una vez más, Dios, por medio de la Santísima Virgen, habla a la Iglesia y al mundo ofreciendo a todos los hombres misericordia, compasión y esperanza.
María, que busca, descubre y acoge con total disponibilidad la voluntad de Dios, siempre orienta los pasos de sus hijos al encuentro con Jesucristo, el único Salvador de los hombres. Lo expresaba con gran belleza el vidente Francisco cuando afirmaba: “Me ha gustado ver al Ángel, pero me ha gustado mucho más ver a Nuestra Señora. Pero lo que me ha gustado mucho más aún ha sido ver a Nuestro Señor en aquella luz que nuestra Señora nos ha metido en el pecho. ¡Me gusta tanto Dios!” (Memorias de Lucía 141).
La experiencia de Dios y de su misericordia tiene que impulsarnos también en nuestros días a la oración, a la adoración del único Señor y a la súplica confiada al Padre celestial por la conversión de los pecadores, por la renovación espiritual de todos los miembros del Pueblo de Dios y por la salud física y espiritual de quienes experimentan la limitación física a causa de la enfermedad o se sienten turbados en su espíritu.
Los videntes de Fátima y quienes peregrinan a Barbatona o a otros santuarios marianos nos están recordando con su testimonio de fe y con sus palabras que hemos de profundizar en la identidad de nuestro Dios. Frente a quienes se consideran sabios y poderosos según los criterios del mundo, la sabiduría evangélica nos dice que Dios se hace pequeño para establecer un diálogo de amor con los niños y con quienes se hacen como ellos.
En nuestros días, las multitudes que visitan el Santuario de Fátima y quienes peregrinan a Barbatona o a otros santuarios dedicados a la Santísima Virgen nos recuerdan con sus lágrimas de emoción y con sus testimonios de esperanza que han encontrado en la mirada de la “Señora, más brillante que el sol”, la ternura y el abrazo del Dios misericordioso. Estos peregrinos, al regresar a sus domicilios, nos dicen con su mirada y con su leve sonrisa, incluso más que con sus palabras, que se han encontrado con la paz de Dios y que han experimentado su infinita misericordia. Que la Santísima Virgen nos conceda siempre experimentar estos dones de gracia.
Con mi sincero afecto y estima, feliz día del Señor.
Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara