Con ocasión de la visita pastoral a las parroquias de la diócesis, me encuentro con muchos padres de familia que viven con preocupación e inquietud la formación de sus hijos. Saben que la educación es un derecho esencial que ellos deben defender y que nadie debería usurparles, pero en ocasiones experimentan cierta confusión debido a los distintos y contrapuestos criterios sociales.
Hoy, en muchos ambientes está extendida la idea de que la educación consiste solamente en la transmisión a los niños y jóvenes de un conjunto de habilidades, de conocimientos y de capacidades para que puedan realizar en el futuro determinadas actividades profesionales. Este modo de entender la educación desconoce o relega a un segundo plano la necesidad de los niños de encontrar el sentido de la vida, la respuesta a los interrogantes más profundos del ser humano y su apertura a la trascendencia.
Ante la insatisfacción de bastantes adolescentes y jóvenes por la oferta educativa de habilidades, de medios de consumo y de gratificaciones pasajeras, algunos padres y educadores corren el riesgo de dudar o abdicar de sus responsabilidades educativas. Como consecuencia de esta inhibición de sus educadores, los jóvenes no reciben los verdaderos valores que necesitan para fundamentar y dar sentido a sus vidas.
Una buena formación requiere ciertamente conocimientos de las distintas asignaturas del currículo escolar. Pero, para una educación integral, es fundamental que, además de los contenidos de estas asignaturas, reciban también una formación religiosa y moral. En esta encontrarán el soporte necesario para descubrir el verdadero sentido de la existencia humana a la luz de la Palabra de Dios y para entender el patrimonio religioso, así como las manifestaciones culturales y sociales que están impregnadas por el cristianismo. La religión nunca hace daño. Al contrario, ayuda a formar la personalidad y a insertarse en la sociedad siendo buenos y honrados ciudadanos.
Ahora bien, para que esta formación religiosa y moral sea posible, es preciso que vosotros, queridos padres y madres de familia, solicitéis para vuestros hijos la enseñanza religiosa al matricular a vuestros hijos en cualquier colegio. Este es un derecho que la Constitución española protege y que las autoridades educativas deben reconocer y garantizar para que podáis optar con plena libertad por la asignatura de religión en igualdad de trato con las restantes asignaturas.
La Iglesia diocesana, por medio de la Delegación de Enseñanza, está a vuestro servicio para clarificar dudas y para ofreceros las orientaciones que preciséis. Por ello, os animo a que seáis consecuentes con vuestras convicciones religiosas y con el compromiso adquirido con vuestros hijos el día de su bautismo.
A vuestro servicio y al servicio de vuestros hijos están también los profesores de religión. A ellos quiero agradecerles el esfuerzo y la generosa entrega a la misión confiada por el Señor. Una vez más, quiero animarles a seguir transmitiendo con palabras y obras el mensaje recibido del Señor para orientar a los niños y adolescentes en el conocimiento y puesta en práctica de los valores evangélicos.
Por vosotros, padres y profesores, así como por vuestros hijos y alumnos, pido al Señor para que os ilumine y os acompañe en vuestra responsabilidad. Él, con su gracia, os dará fortaleza de ánimo y os ayudará a buscar nuevos caminos en la educación integral de vuestros hijos y alumnos.
Con mi sincero afecto y estima en el Señor, un cordial saludo.
Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara