Cada año, alrededor de 100 personas son diagnosticadas de epilepsia por parte del servicio de Neurología del Hospital Universitario de Guadalajara, dependiente del Servicio de Salud de Castilla-La Mancha (SESCAM).
En el Día Nacional de la Epilepsia, desde este servicio recuerdan que cinco de cada cien personas padecerán alguna crisis epiléptica, “lo que no significa ser epiléptico”, indica el jefe de Neurología del Hospital, Antonio Yusta, y una de cada cien será diagnosticada de esta enfermedad. En Guadalajara hay unas 2.000 personas con epilepsia, y entre el 20 y el 30 por ciento del total de las consultas atendidas en Neurología se relacionan con crisis epilépticas.
Actualmente, el 80 por ciento de las personas que la padecen consiguen controlar sus síntomas mediante fármacos antiepilépticos, que “son igualmente eficaces que otros más antiguos pero con un perfil de seguridad mucho mayor, esto es, con menos efectos secundarios que antes”, y que eran fundamentalmente sensación de sedación, somnolencia, fatiga, cefalea o mareos.
Del 20 por ciento de los pacientes en los que no funciona la medicación, alrededor de la mitad debe recurrir a combinar fármacos, y en casos de farmacorresistencia se puede optar por la cirugía, si bien no es válida en todos los casos.
La epilepsia ha sido tradicionalmente una enfermedad “muy estigmatizada”, pese a que no implica alteración cognitiva ni de comportamiento. Se trata “simplemente de crisis que debemos controlar” cuyo mayor riesgo es la posibilidad de que el paciente se lesione al convulsionar.
Actuar ante una crisis
Una vez iniciada la crisis, explica el doctor Yusta, “no debemos hacer nada salvo retirar los objetos que rodean al paciente para que no se haga daño durante la convulsión”, e insiste en que “no debemos meter los dedos en la boca de la persona, porque al producirse una contracción mandibular puede mordernos”. Pasada la crisis, “que no suele durar más de dos minutos”, se debe recostar al paciente de lado para evitar que la lengua obstruya las vías respiratorias, ya que la persona pierde súbitamente el tono muscular.
La epilepsia es una enfermedad del sistema nervioso debida a la aparición de actividad eléctrica anormal en la corteza cerebral que provoca ataques repentinos en los que puede darse pérdida de conocimiento o violentas convulsiones. Las crisis pueden ser generalizadas, cuando se pierde la consciencia, o focales, cuando el paciente no pierde el conocimiento.
La enfermedad, una de las neurológicas más comunes, afecta a 50 millones de personas en todo el mundo y constituye la segunda causa de consulta ambulatoria neurológica, por detrás de las cefaleas. Suele aparecer en los primeros años de vida cuando se debe a trastornos genéticos, malformación cerebral o alguna lesión relacionada con el parto, aunque también puede surgir en torno a los 65-70 años de vida a partir de algún problema cerebrovascular.
Existe, por otra parte, un tipo de epilepsia en la que lo que se hereda es “el umbral convulsivo”. Todas las personas, explica el doctor Yusta, convulsionan ante determinadas circunstancias (por ejemplo, consumo de alcohol sumado a una falta prolongada de horas de sueño), y hay personas genéticamente predispuestas en las que la convulsión aparece con mayor facilidad.
En caso de padecer epilepsia se recomienda un estilo de vida sano, con dieta y descanso adecuados, practicar ejercicio físico (no excesivo), evitar el consumo de alcohol, tabaco o cualquier tipo de droga, y llevar un estricto control médico en el caso de que el paciente consuma medicamentos que actúan sobre el cerebro, como los ansiolíticos. “Adoptando estas precauciones”, explica el doctor Yusta, “probablemente estos pacientes no padezcan crisis”.