Desarrollo Rural/Emprendedores en la Sierra Norte
Las Minas podrían volver a generar riqueza en Hiendelaencina
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REDACCION
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redaccionguadanewses/9/9/19
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:14h
En 1880 Hiendelaencina competía en número de habitantes (5000) con la capital provincial. El pueblo entero era el hervidero de la actividad que demandaban sus 211 minas de plata abiertas. La depreciación de este metal precioso y el agotamiento de las mejores vetas hacen inviable su explotación en la actualidad. Sin embargo, el Ayuntamiento tiene en mente recuperarlas como activo turístico mediante un ambicioso proyecto planteado en tres fases que ya está en marcha. SIGUE
Joaquín Latova es un jubilado del sector químico que vive a caballo entre Hiendelaencina y Madrid. Además de ser su patria chica, a Joaquín también le une un vínculo profesional con la localidad serrana. Es copropietario de la casa rural “El Fielato”. Pese a lo que pueda parecer por cercanía geográfica, su apellido no procede de La Toba. “Mi abuelo era industrial. Fue dueño de las salinas de Rienda, muy cercanas a las más conocidas de Imón, que era su pueblo natal”, dice. También su padre llegó a ser un hombre muy popular. Fue el farmacéutico de Las Minas durante más 50 años. Junto a Nicolás Martín, médico al que su pueblo le ha dedicado un busto en la Plaza de la Iglesia, formó un tándem profesional de reconocido prestigio en la comarca.
Joaquín vino al mundo en Madrid de una forma casual, “porque mi familia vivió siempre en Las Minas”. Según avanza la conversación con él, queda claro que, por lejos que haya llegado -ha trabajado en el departamento de extracciones en Repsol-, su referente vital lo tiene en Hiendelaencina. El Fielato, pese a ser de nueva construcción, es un magnífico exponente de la Arquitectura Negra. Sus materiales y su estética son respetuosos con el entorno. El protagonismo estético es para la pizarra y la madera en el exterior, y para la calidez y confort en el interior.
La casa tiene tres apartamentos completamente equipados e independientes. Se levanta sobre el lugar en el que hubo un casillo para ganado del que aprovechó sus lascas de pizarra y madera en buen estado. La familia Latova no reparó en gastos. Invirtió 300.000 euros en su construcción. Lleva abierta desde diciembre de 2005. Su trayectoria como negocio es un buen indicador de la evolución de esta actividad económica. “El turismo rural eclosionó en Guadalajara hace siete años. Antes había una oferta muy limitada de alquiler de habitaciones en las casas de pueblo. Era una fórmula tan romántica como poco favorecedora de la intimidad”, explica Joaquín. Gracias a la demanda creciente, los emprendedores construyeron en nuestra provincia los primeros establecimientos independientes. Tuvieron un éxito inmediato. “Había mucha demanda y poca oferta. A la gente le encantaba este turismo diferente, o complementario, al de playa, catedral y ciudades. Poco a poco la oferta igualó a la demanda. En los últimos dos años la crisis ha acentuado el descenso de las visitas. El turismo no es una primera necesidad. Cuando la economía doméstica no es boyante, es uno de los primeros gastos de los que prescinden las familias”, opina Latova.
Los inquilinos de “El Fielato” proceden mayoritariamente de Madrid, “en un 75%”. Otro porcentaje significativo, “en torno al 15%”, llega desde el Corredor del Henares. “La nuestra es su sierra natural, es la que tiene mejor acceso para ellos”, dice. Y luego hay casos puntuales: “También llegan turistas de Levante que huyen de sus arenas masificadas en verano o que quieren ver la nieve por primera vez en invierno”. La tipología de cliente es siempre muy similar: matrimonio con hijos, parejas o grupo de amigos.
Las minas de plata de Hiendelaencina
Lo que más gusta a los visitantes de Hiendelaencina es la tranquilidad. La casa está localizada en una placita muy coqueta, espaciosa pero sin ruidos, ni siquiera en el fin de semana.
Pero, ¿por qué a Hiendelaencina le llaman también Las Minas? .Joaquín relata con absoluta propiedad la vieja historia de los yacimientos de plata y de los más de 600 pozos y 211 minas que se han explotado en el pueblo. “Nuestro pasado minero despierta, por insólito, la curiosidad del visitante”, explica. No puede ser de otra manera. A finales del siglo XIX, la localidad competía en número de habitantes, más de 5000, con la capital provincial, y era un hervidero de actividad subterránea que tenía su fiel reflejo en la superficie.
Fue exactamente un día 2 de junio de 1844 cuando la aldea negra de la sierra guadalajareña se transformó en una ciudad minera, que llegaría a ser sede social de numerosas sociedades anónimas. Un agrimensor de nombre Pedro Esteban Góriz atravesaba el paraje local de Cantoblanco, camino de Atienza. Unos brillos especiales en las piedras llamaron su atención. Regresó a Madrid con una muestra en el bolsillo que mandó analizar a un familiar. Línea. El análisis reveló que las rocas contenían elevadas dosis de sulfuros de plata. Espoleado por el descubrimiento, hizo lo que entonces se conocía como una denuncia del terreno, o una reserva para profundizar en él y comprobar si había o no mineral que extraer. Bingo. Lo había. Y así fue como, junto con otros dos socios, creó una primera sociedad para la explotación de la primera mina de Hiendelaencina, la Santa Catalina.
Atraídos por el color de la plata, fueron llegando cientos de aventureros en busca de fortuna. Hiendelaencina creció exponencialmente. Hubo que construir un pueblo