Los problemas medioambientales se han agravado durante los últimos años. El fuerte crecimiento económico y los avances tecnológicos en algunos lugares del planeta están provocando un uso excesivo de los recursos naturales y una acumulación grande de deshechos que se van depositando en la tierra y en la atmósfera, en los ríos y en los mares. Si no queremos llegar a la destrucción de la casa común y de sus habitantes, hemos de abordar responsablemente esta crisis del medio ambiente.
El ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, tiene una especial responsabilidad ante el Creador, ante la naturaleza y ante los restantes seres creados. “Entre todas las criaturas de la tierra, sólo el hombre es “persona”, sujeto consciente y libre y, precisamente por eso, “centro y vértice” de todo lo que existe sobre la tierra” (Ch. L. 37). Por esta especial dignidad y por su dimensión trascendente, Dios le concede la posibilidad de dialogar con Él, de poner nombre a los seres creados y de dar verdadero sentido a un mundo que no es suyo, sino regalo de Dios para todos los seres humanos.
En el cumplimiento de esta misión, la persona no puede olvidar nunca su condición de criatura, es decir, no puede pretender ocupar el lugar que sólo a Dios le pertenece. Cuando olvida que es sólo criatura y actúa como si Dios no existiese, se engaña a sí mismo y se convierte en un pequeño “reyezuelo” con la posibilidad de abusar de la naturaleza y de sus semejantes según los propios deseos y caprichos.
Si la persona, arrastrada por el egoísmo o por el afán de poder, deja de colaborar con el Creador en el cuidado y en la custodia de la naturaleza, con el paso del tiempo llegará a concentrar sus esfuerzos en el progreso material sin límites y en la búsqueda del propio interés, olvidando así que Dios ha creado todas las cosas para disfrute y beneficio de todos los hombres.
Con la finalidad de que no olvidásemos estos graves problemas, que amenazan el futuro del planeta y de la humanidad, el papa Francisco nos recuerda en la encíclica “Laudato si” que hemos de asumir nuestra responsabilidad personal en el “cuidado de la casa común”. Además, ha establecido la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación que tendrá lugar, Dios mediante, el día 1 de septiembre.
En este día, todos los creyentes y las personas de buena voluntad, además de plantearnos la urgencia de un cambio de mentalidad y la asunción de un estilo de vida más austero, hemos de elevar nuestra súplica al Padre común por la protección del medio ambiente y por la conversión de quienes, sintiéndose dueños y señores de la creación, se olvidan de los millones de hermanos que sufren hambre, pobreza y miseria al no poder disfrutar de los bienes de la creación que Dios quiere para todos.
Con mi sincero afecto y bendición, feliz día del Señor.
Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara