Con las heladas, los chopos de Pareja van mudando la hoja. En estos días primeros de noviembre han adquirido todas las tonalidades posibles entre el marrón y el amarillo. Le dan un majestuoso aspecto otoñal a la villa alcarreña. Parecen velas encendidas, y destacan aún más cuando van cayendo las tardes, con las últimos rayos de sol. Desde el entorno de la Iglesia, mirar hacia el azud es, en estos días, un espectáculo, como, a buen seguro pensarán los futuros inquilinos de la Casa Rural que promueve el Ayuntatamiento, cuyas obras avanzan a buen ritmo.
Y lo que corresponde al otoño en Pareja, además de las setas de cardo y los primeros días con la veda de caza abierta, es rememorar, en el puente de Todos los Santos, las tradiciones parejanas. El mismo día de Los Santos, y además de la celebración religiosa, la Asociaciones Cultural y de La Mujer y la Asociación de Mayores convocaron la habitual degustación de puches, el postre dulce de La Alcarria.
Sobre las mesas de la Asociación, en torno a quince versiones distintas, unas más, y otras menos decoradas, pero todas deliciosas, de estas gachas dulces. Para todos aquellos que se animaron a prepararlas, hubo un regalo, una tartera, para conservar y transportar las que cocinen en el futuro. La receta de los puches es simple. En Pareja, se cuecen primero unos anisillos en agua. Por otro lado, se tuesta harina de trigo en la sartén, sobre un chorro de aceite de oliva. A continuación, y cuando el cocinero o cocinera considera que está en su punto, se le añade ese agua con el regusto de los anisillos, y se van haciendo, como si fuera besamel, mezclándolas con un poco de aguamiel, de la que destilan las colmenas. Suficientemente calientes, se sacan de la sartén, para decorarlas, cada familia, como es costumbre en casa. Unas lo hacen con canela, otros con nueces, otros, simplemente vertiendo azúcar con canela por encima. Antes, y aún ahora, los mozos tenían por costumbre atascar la cerradura de las puertas, usándolos como argamasa.
Ayer, sábado, día 3 de noviembre, y aprovechando el día de máxima afluencia de parejanos oriundos al pueblo, las asociaciones volvían a abrir las puertas del Centro Social del Ayuntamiento para dar comienzo al tradicional taller de calabazas. VER TALLER. Como todos los años, fueron más de una treintena de niños y niñas los que, previa petición a los abuelos de las calabazas, se las llevaron al lugar. En unos casos vacías, en otros todavía con su pulpa, algunas verdes aún, otras naranjas, como las hojas de los chopos, otras con forma de pepino. Allí, y de la mano de las voluntarias de la asociación, Verónica Sanz y Laura Redruejo, los niños encontraron diferentes maneras para decorarlas, con lana, plastilina, hilo, palillos, pinturas y rotuladores. Ayudándoles estaban también nada menos que las brujas de Pareja.
Al final, todas quedaron convertidas en pequeñas obras de arte, y expuestas en el entorno de la Olma Nueva, que crece sin parar en Pareja desde el comienzo de 2015. Arremolinados a su alrededor, todos los niños de Pareja, recordando las costumbres. Dentro de las calabazas, las velas cuya luz salía por boca y ojos. Al terminar la muestra, muchas quedaron emplazadas en puertas y ventanas, dándole a la villa alcarreña, el aspecto de siempre en el fin de semana de Los Santos. Para el alcalde de Pareja, Javier del Río, “es gratificante comprobar cómo los niños viven y respetan las tradiciones y las muestran en el corazón del pueblo. Agradezco la colaboración de las asociaciones de Pareja para fomentar nuestras tradiciones”.