Carta semanal del obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara : Contemplemos el Belén en silencio
lunes 24 de diciembre de 2018, 16:41h
La escena del nacimiento de Jesucristo ocupa un lugar central en la realización de los belenes que, durante el tiempo de Navidad, se presentan para nuestra devoción y admiración en los templos parroquiales, en las casas particulares o en otros lugares de nuestros pueblos y ciudades.
María y José, así como los pastores que se acercan al portal para adorar al Niño recién nacido, no pronuncian palabras ni expresan sus sentimientos.
La escena se desarrolla en silencio y en actitud contemplativa.
Sin embargo, en esta escena, en medio del silencio, se nos dicen unas palabras que deberíamos conservar siempre en nuestro corazón y contarlas a los demás: Dios se hace Niño para que nunca nos sintamos solos.
Esto quiere decir que, al contemplar el belén, deberíamos hacer silencio para escuchar lo que Dios nos dice a cada uno.
Estas palabras sólo podemos entenderlas en parte cuando contemplamos el misterio del nacimiento de Jesús. Para comprender en su hondura y totalidad el misterio de la natividad del Señor, hemos de contemplarlo a la luz de los distintos momentos de su peregrinación por este mundo, pues el nacimiento de Jesús tiene su evolución y desarrollo en su vida, muerte y resurrección. El nacimiento es sólo el comienzo de la salvación de Dios que tiene su punto culminante en la resurrección.
Jesús, con su poder para curar a los enfermos, con su cercanía a los pobres y marginados de la sociedad, con las manifestaciones de predilección hacia los pecadores y con la acogida de los discípulos hasta la entrega de su vida en la cruz por todos los hombres, nos recuerda que más allá de los miedos, escepticismos y oscuridades, hay otra verdad.
Esa verdad consiste en que la soledad, la desesperación y la misma muerte quedan vencidas por esté Niño y por quienes, acogiéndolo como su único Salvador, tienen el coraje y la humildad de postrarse de rodillas ante Él en actitud de sincera adoración.
De la adoración confiada nace la valentía y el ardor necesarios para presentarlo a los hermanos con el testimonio de las palabras y de las obras.
En la Navidad y durante el resto del año, pidamos al Señor que nos conceda la capacidad de escuchar y guardar en nuestro corazón su palabra dicha desde el silencio.
Es más, oremos con fe a nuestro Dios para que nos ayude a vencer el miedo y el respeto humano. Así podremos decir estas palabras con convicción y alegría a nuestros semejantes, ayudándoles a mirar el futuro con confianza y esperanza.
Con mi cordial saludo y bendición, feliz día del Señor.
Atilano Rodríguez, Obispo de Sigüenza-Guadalajara