El próximo día 12 de mayo, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de oración por las vocaciones, juntamente con la Jornada de las vocaciones nativas. Es una invitación a tomar conciencia de que todos hemos sido elegidos por Dios, desde la eternidad, para ser sus hijos, para acoger su llamada al seguimiento y para responder con generosidad a la misión que quiera confiarnos.
El lema elegido para la celebración de estas jornadas nos invita a decir “Sí al sueño de Dios” sobre nuestra vida y sobre nuestra misión en el mundo. El Señor nos ha llamado a la existencia y nos ha puesto en este mundo concreto para que seamos felices y para que, colaborando con su gracia, podamos construir algo bello y grande.
En nuestros días no resulta fácil escuchar esta llamada del Señor. Son tantos los ruidos y tan variadas las llamadas que nos llegan desde los distintos ámbitos de la sociedad, de los medios de comunicación, de las redes digitales o de otras instancias sociales que, en ocasiones, vivimos aturdidos e incapacitados para escuchar las insistentes llamadas de nuestro Dios al seguimiento para responder libremente a las mismas.
En una sociedad, en la que tantos hermanos, arrastrados por las prisas, la secularización y la indiferencia religiosa, viven y actúan como si Dios no existiese, quienes nos confesamos seguidores de Jesús necesitamos encontrar momentos para hacer silencio interior, escuchar su voz y discernir de forma correcta y responsable el camino que Él quiere para cada uno.
Siempre, pero especialmente en estos momentos, en los que parece no haber espacio para Dios, los cristianos hemos de vivir con la convicción de que no podremos ser discípulos misioneros, si no encontramos momentos para conocer internamente a quien nos llama y envía al mundo para que su amor y su salvación lleguen a todos los hombres.
Teniendo en cuenta que la vocación cristiana, ante todo, es un regalo del Señor, cada día de nuestra vida, pero especialmente en esta jornada, todos los bautizados hemos de pedir con fe al Dueño de la mies, en comunión con toda la Iglesia, que nos ayude a descubrir su proyecto de amor y que nos conceda la fortaleza de espíritu para arriesgarnos a asumir el camino que Él pensó para nosotros desde toda la eternidad. Los cristianos, contemplando a la Santísima Virgen, tan venerada en nuestra diócesis, tenemos que vivir y actuar con la convicción de que hemos de renovar cada día nuestro “Sí” al Señor para no alejarnos de su voluntad, para poner nuestra confianza en el cumplimiento de sus promesas y para vencer los miedos. Así podremos permanecer en el amor a Dios y en el servicio a nuestros semejantes.
Con mi sincero afecto y bendición, feliz día del Buen Pastor.
Atilano Rodríguez, Obispo de Sigüenza-Guadalajara