Almiruete ha celebrado este sábado la Fiesta de la Colación. Según cuentan los mayores, era costumbre que el pueblo se reuniera para hornear pan y bollos, compartirlos en la plaza, e incluso llevárselos a quienes no podían moverse a sus casas, el día ocho de mayo.
La tradición tiene su origen en una epidemia de peste, que asoló la comarca en el siglo XVI. Los almiruetenses le ofrecieron una misa a la Virgen de los Enebrales si evitaba la epidemia. “Fue un mendigo que llegó a Almiruete, cobijándose en el portalillo de la Iglesia, donde falleció, quien trajo la epidemia al pueblo”, dice Miguel Mata, uno de los veteranos del pueblo recordando lo que le había contado a él su madre.
La misa se convirtió en una romería, que se mantuvo durante muchos años. El recorrido, tanto a la salida de Almiruete como a llegada a la Ermita de la Serrana, se ordenaba en procesión formal. Desde Almiruete, los lugareños llevaban dulces, panes y queso. Y allí mismo, después del oficio religioso, se preparaba el chocolate donde que mojar los bollos. Y todo se repartía entre los asistentes, que llegaban de muchos pueblos. Con el tiempo, desapareció la Romería, pero se mantuvo la fiesta en Almiruete.
Con el éxodo rural, en los años sesenta del siglo pasado, también se perdió esta celebración. De manera intermitente, se empezó a recuperar a finales de los ochenta y primeros noventa. Desde hace una década se celebra de manera anual, a partir del impulso que los almiruetenses le han dado a sus tradiciones, iniciadas con la recuperación del carnaval, y sus botargas y las mascaritas.
La magnífica restauración del horno vecinal que llevó a cabo el Ayuntamiento de Tamajón en 2014, le ha dado un nuevo impulso a la tradición. La construcción original data de 1941 siendo alcalde Demetrio Serrano, como dice el letrero que hay en la puerta. El interés de los vecinos de Almiruete ha conservado todos los elementos que tenía la construcción cuando las familias acudían semanalmente a hornear sus panes. Ese mismo interés, ha convertido a la Colación en una fiesta intergeneracional, en la que niños y jóvenes aprenden las costumbres de los mayores. Este año ya se ha producido un primer relevo. Ya han sido los más jóvenes, de entre treinta y cuarenta años, quienes han tomado las riendas en la organización de la fiesta.
En el horno, no falta detalle. Hay una balanza con una piedra de exactamente un kilo que pesa la masa de cada pan. Está la pala para sacar los panes recién horneados, una horquilla para empujar la leña al fondo del horno y calentar por igual el barro y los ladrillos de que está hecho, un rodillo para arrastrar la ceniza hacia la puerta del horno, y el barredero que se ata a un 'hurgonero' con un manojo de jara o de higuera en la punta, con el que retirar los rescoldos de la base para que el contacto con el pan sea total.
Este año, la fiesta ha comenzado tan pronto como exige el oficio de panadero. A las cinco y media de la mañana del sábado, los almiruetenses ya estaban calentando agua en el fuego. En los días previos, Miguel Mata había puesto a punto el horno, para tenerlo a punto, llegado el momento. En la noche del viernes, se había preparado la masa madre, para recentar. A partir de las seis, esa masa madre, se mezclaba con agua caliente, harina y sal. Entonces, los almiruetenses comenzaron a amasarla, con los puños, en una vieja artesa, hecha con madera de roble. En total se convirtieron en panes 20 kilos de harina, una fanega de las de antes. Una vez amasados los panes, se taparon con un lienzo, o sábana blanca, para favorecer la fermentación.
Una vez crecida y ya separada en porciones de kilo, se pasó por la máquina de heñir hasta dieciocho veces, antes de darle forma a los panes. Después, llegado el momento, se metieron al horno. Este año, la heñidora estrenaba mejoras mecánicas, para evitar holguras laterales, además de haberse repuesto algunos mecanismos.
En Almiruete, el pan siempre se ha hecho calentando el horno con leña de jara, como ha sido el caso este año, aprovechando los descartes de un reciente desbroce de la carretera. El pan se coció, aproximadamente 45 minutos, con el horno a una temperatura de 200 grados. Con la ayuda de un termómetro igualmente recién incorporado, este año se ha comprobado que ha llegado hasta los 400 grados. En todo caso, ha sido más sencillo introducir los panes en el momento apropiado. La experiencia hace que coincidan la combustión de la leña y la temperatura del horno con el proceso de fermentación del pan.
En una pequeña libreta, los almiruetenses han anotado las cantidades y pormenores de la fiesta, para ir mejorando la pericia de su oficio de panaderos. En ella, como en años anteriores, han anotado las marcas de harina y levadura, tiempos de amasado, temperaturas y todo lo necesario para que el pan mejore aún en lo sucesivo, además de vocabulario y refranes, para que no se pierdan. También en 2019 han añadido un experimento a la Colación, que han sido los panes preñados de chorizo.
Poco antes de comer, los almiruetenses sacaban del horno 26 panes de kilo, que por la tarde compartieron en la plaza del pueblo, con queso y chocolate. Cada pan estaba señalado con una pintadera, que era la antigua manera que tenían las familias de reconocer los suyos en el horno. Tampoco han faltado las tortas de chicharrones, ni las magdalenas, riquísimas, según la receta de Rosa Serrano. VER EXPLICACIÓN DE MIGUEL MATA Y DANIEL GONZALEZ
El alcalde de Tamajón, Eugenio Esteban, acompañó a los almiruetenses en la celebración, e incluso les acercó también un botijo y un poco de vino dulce para que degustasen junto a las magdalenas, panes, tortas de chicharrones de la Colación. “Como siempre digo, es admirable el esfuerzo de Almiruete por conservar sus costumbres, y tradiciones, un esfuerzo en el que siempre encontrarán el apoyo del Ayuntamiento de Tamajón”.