A continuación se reproduce por su interés y actualidad el editoiral que el el diario El Mundo publica este miércoles en su edición digital : ¿Tiene un plan el Gobierno?
El mismo día en que las previsiones del Fondo Monetario Internacional golpeaban a España con una caída del PIB del 8% y un incremento del paro en un año comparable al que se produjo a lo largo de la última crisis, el Gobierno anunció lo que considera "medidas ambiciosas" y un "auténtico salvavidas" para pymes y autónomos, que integran casi la totalidad del tejido productivo español. Pero la citada ambición se limitó de momento a una moratoria de un mes en el pago de IVA, IRPF o Sociedades. No se les exime del pago de ningún impuesto, pese a que la mayoría tampoco en abril podrá ingresar mucho o nada: solo deberán pagarlos un mes después. Escueto salvavidas parece ese, mientras la litigiosidad amenaza con colapsar los juzgados -ya son más de tres millones los afectados por un ERTE- y las familias que han perdido su medio de subsistencia se enfrentan a un alud de burocracia.
A la espera de que Pablo Iglesias y José Luis Escrivá terminen de dirimir sus diferencias respecto de la anunciada renta mínima -su cuantía, el perfil de sus beneficiarios, su horizonte temporal, su complementariedad o no con subsidios autonómicos similares, su sostenibilidad presupuestaria-, el Consejo de Ministros sigue despertando la lamentable impresión de que el Ejecutivo camina muy por detrás del efecto destructor de la pandemia, que ya se siente en los hogares de toda España. Y lo hace además sin un rumbo claro, como se está demostrando en la caótica vuelta a la actividad de una parte de los trabajadores, a los que el Gobierno aseguró medidas de protección que finalmente han corrido a cargo de las empresas que han podido provisionarlas. La ineptitud del Gobierno está contrastando demasiado con la eficiencia privada. Los españoles siguen sin ver ni las mascarillas ni los test en la cantidad prometida durante las ruedas de prensa gubernamentales, cuya proliferación alimenta la confusión y opaca tanto el mensaje como la rendición de cuentas. Hasta la oposición se entera por los medios de que va a ser llamada a La Moncloa, lo que acerca el rimbombante llamamiento a la unidad de Sánchez al fraude puramente retórico que sospechamos que era.
España necesita un plan. Merkel tiene uno, Macron tiene uno. Sánchez continúa paralizado o se limita a reaccionar, siempre por detrás del virus. Cuando el clamor de algún colectivo damnificado se hace demasiado fuerte -el caso de los periodistas que se plantaron ante la criba informativa, o el de los autónomos asfixiados que ahora obtienen una pírrica moratoria fiscal-, entonces ejecuta una mínima rectificación y sigue resistiendo, encajando las críticas de los presidentes autonómicos o las protestas de la patronal y la oposición. Pero el futuro de una España sometida a su peor escenario desde la Guerra Civil no es un capítulo más de su manual de resistencia. Aquí ya no se trata de la carrera personal de Sánchez: se trata del futuro inmediato de todos los ciudadanos.
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