Las horas más amargas de Isabel Preysler
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:14h
Isabel Preysler ha permanecido junto a su marido Miguel Boyer desde la madrugada del martes, cuando fue ingresado de urgencia en la clínica Ruber de Madrid tras sufrir un derrame cerebral. Hasta el mediodía de ayer no hubo ningún tipo de información oficial por parte del departamento de comunicación del hospital por deseo expreso de la familia. De ahí que en los primeros momentos hubiera cierta confusión y los rumores sobre el estado de salud del exministro de Economía fueran muy alarmantes. SIGUE
Isabel no recogía las numerosas llamadas que recibía en su móvil ni contestaba los mensajes de las amistades más cercanas que se interesaban por la salud de su marido. Dada la situación tan especial, el silencio era la respuesta más oportuna, porque aún se desconocía el alcance de las lesiones. Tan solo tenía voz para Chábeli, Enrique y los verdaderamente íntimos como el padre Ángel, que se acercó al hospital para darle su apoyo incondicional.
Cerca de las tres de la tarde de ayer se informaba a los medios que los especialistas habían decidido intervenir quirúrgicamente a Miguel Boyer para detener la hemorragia cerebral que sufría. Una operación muy larga tras la cual Boyer fue trasladado a la UVI. Durante todo este tiempo, Isabel estuvo acompañada de sus hijas Ana, Tamara y sus sobrinos, hijos de su hermana Beatriz, que falleció hace cuatro meses. La espera debió ser muy dura porque, aunque la intervención parece que salió bien, hay que esperar al menos setenta y dos horas para saber cómo evoluciona el paciente, ya que debe ser suprimida la sedación para que el diagnóstico sea fiable.
Tras 24 horas en la Clínica Rúber acompañando a su marido, Isabel Preysler y sus hijas Tamara y Ana abandonaron el centro médico rumbo a su domicilio madrileño mientras Miguel Boyer quedaba ingresado. Con el semblante serio y preocupado la mujer del exministro viajaba en el asiento trasero junto a Tamara y Ana, quizá la más afectada de las tres por los serios y repentinos problemas de salud de su padre.
Durante estos últimos meses, Isabel Preysler ha vivido momentos agridulces. La larga enfermedad de su hermana Beatriz, que murió en octubre a los 53 años, fue un golpe durísimo del que aún no se ha recuperado anímicamente. Estaban muy unidas e Isabel fue durante todo el proceso de la enfermedad el verdadero apoyo para toda la familia y sobre todo para la octogenaria madre que, aunque sigue manteniendo una gran vitalidad, como es obvio le resulta imposible procesar la muerte de la más pequeña de la saga.
No todo han sido desagracias en este último año. El nacimiento en enero de Sofía, la hija de Chábeli, volvió a traer la felicidad al hogar de los Preysler/Boyer. Miguel cumplió 73 años el pasado 5 de febrero y, según sus amistades, continuaba siendo una persona muy metódica tanto en su vida profesional como personal. Salvo las cenas en casas de amigos, a Miguel Boyer es muy difícil, por no decir imposible, verle en fiestas multitudinarias a las que sí acude su mujer en calidad de imagen de firma.
Su historia de amor dura ya casi un cuarto de siglo, aunque en su momento pocos apostaban por la pareja, que se casó en secreto el 2 de enero de 1988 en los juzgados de la calle Pradillo de Madrid, un domingo casi al alba.