Después de 130 años dando servicio al pueblo y la comarca, la familia Pérez cierra el autoservicio UNICO en Cogolludo
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REDACCION
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redaccionguadanewses/9/9/19
miércoles 09 de diciembre de 2020, 20:07h
El pasado 30 de septiembre cerró, afortunadamente de manera transitoria, el negocio más longevo de Cogolludo. Rosa María Pérez de Frías, propietaria del Autoservicio ÚNICO, echó el cierre después de casi 40 años como titular del establecimiento. Ella ha sido la sexta generación de la familia Pérez que ha regentado esta tienda, mítica en la localidad.
Fue allá por 1890 cuando unos tíos de los abuelos de Rosi abrieron una tienda de ultramarinos, de las de toda la vida, en Cogolludo. Algo más tarde, en 1901, sus abuelos, procedentes de Zarzuela de Jadraque, también se instalaron en la villa y se hicieron cargo del negocio. Se ha mantenido abierto durante 130 años consecutivos, siendo los peores los de la Guerra Civil y la posguerra.
Rosa María nació en 1957. Por aquel entonces, el negocio lo regentaba su padre, tercera generación de los Pérez al frente del mismo. Tras su fallecimiento fue Paquita, hermana mayor de los Pérez, quien se puso tras el mostrador. Rosa María era aún muy pequeña.
La familia vivía en la planta superior de la tienda así que, Rosi, como la conoce todo el mundo en Cogolludo, se crio entre el género y la caja registradora. “Por aquel entonces la tienda era muy distinta, había un gran mostrador que rodeaba el interior del local, y casi por inercia empecé a reponer y a despachar”, comenta Rosi con nostalgia de su infancia.
En la tienda de ultramarinos de sus abuelos, casi todo se servía a granel. “Recuerdo los sacos los fideos, de arroz y de azúcar. El aceite estaba en una gran zafra y el café había que molerlo antes de dispensarlo. Hasta las galletas se vendían al peso. Se despachaba gran variedad de productos, desde telas y panas, hasta útiles de labranza, pasando por latas de conservas y comestibles”.
En aquella época, en los años sesenta y setenta, las tiendas de pueblo eran lugares imprescindibles para los habitantes de una comarca que aún estaban llena de vida, cuando desplazarse a otro lugar a comprar era casi una hazaña. “Ahora, mucha gente prefiere ir a los grandes centros comerciales. En un momento, llegan a la ciudad. Las cosas han cambiado mucho para los pequeños comercios”, lamenta Rosi.
Con el tiempo, el negocio familiar pasó a su hermano Alfonso y cuando éste se fue a Madrid, en la década de 1980, Rosi no lo dudó y se hizo cargo de la tienda. Desde entonces, acompañada por su marido José, siguió atendiendo a sus clientes, no solo a los del pueblo, sino a los de toda la comarca. “Hasta aquí vienen a comprar desde todos los pueblos de alrededor: Arbancón, Fuencemillán, Veguillas, Torrebeleña… son muchos años sirviendo a la gente de la comarca. Detrás del mostrador he crecido, he formado mi familia y han nacido mis hijos. Ha sido toda una vida de dedicación al trabajo”, resume Rosi, mientras le saluda cualquiera que pasa por la plaza mayor. La conoce y la quiere todo el mundo.
En 1997 reformó a fondo el local, para darle un nuevo aire, más moderno. Lo convirtió en autoservicio de la mano del Grupo IFA, empresa con la que ha trabajado durante los últimos 23 años. “En nuestra tienda siempre se ha vendido un poco de todo, para dar el mejor servicio posible. Algo de mercería, artículos de papelería, prensa, pan, fruta, congelados o productos de limpieza”, cuenta. Nunca ha faltado el producto estrella: el bonito a granel, un clásico de las tiendas de toda la vida. “Siempre hemos ofrecido el género que demandaban nuestros clientes y para eso hay que prestar mucha atención a sus gustos y necesidades”, afirma la tendera.
Rosi es conocida por su amabilidad, su paciencia, sus buenas formas y por el trato sencillo con sus clientes. “Para ser un buen tendero tienes que poner siempre tu mejor cara a quienes entran a comprar, a pesar de los malos momentos y de circunstancias difíciles”, afirma en este sentido, muy consciente de que una tienda de pueblo es un punto de encuentro donde “nunca faltan las personas que pasan solo a saludar y charlar un rato”.
Por supuesto, Rosi se debía a su clientela y no fallaba un día, hiciera frío o calor. En los meses de más afluencia de público, y en los de menos, ahí ha estado durante casi cuatro décadas para atender a todos. “En estos 38 años han sido pocos los días de vacaciones. Hemos trabajado mucho, de lunes a lunes, semana tras semana. Solo descansábamos los domingos por la tarde. Cuando mis hijos eran pequeños, cerrábamos una semana al año y los llevábamos a la playa de vacaciones, pero en los últimos 10 años, lo único que nos ha hecho cerrar ha sido la llegada del COVID”, cuenta.
La pandemia ha hecho que esta veterana empresaria, a sus 63 años, se replanteara las cosas. Tuvo que cerrar durante los meses de marzo y abril. “Fue una decisión muy dura, pero creo que acertada. Preservar la salud, hoy por hoy, es lo más importante”, cuenta. Tras el verano, después de mucho pensarlo y hablarlo con la familia, Rosi decidió retirarse, con mucho dolor. “Ahora les dedicaré mucho más tiempo a mis nietos. No me va a sobrar ni un minuto para aburrirme. Lo que se me va a hacer muy raro es entrar a la tienda y ser yo quien vaya a comprar”, asegura.
Porque el cierre de esta tienda es temporal. En breve, volverá a abrir sus puertas. Otros empresarios, también del pueblo, le aportarán nuevas ilusiones. “El negocio será diferente, con mayor oferta de panadería y bollos caseros. Espero que les vaya muy bien y mantengan el negocio abierto al menos tantos años como lo he tenido yo”, desea Rosi a sus sucesores.
“Rosi se va a descansar, que bien merecido lo tiene, pero la tienda seguirá abierta, y prestando su servicio a Cogolludo, los pueblos de alrededor y todos los visitantes. Deseamos a los nuevos regentes del autoservicio toda clase de éxitos y una fructífera andadura. Es necesario agradecer su labor a los comercios de nuestros pueblos que nos dan un servicio extraordinario y nos acercan las cosas a la puerta de casa. No debemos dejarles caer”, señala Juan Alfonso Fraguas, alcalde de Cogolludo.