Blas Garcia Peláez marchó con la flota de Pescanova rumbo a mares lejanos dejando atrás a su novia Hortensia Sanpatrás, camarera de un bar de carretera sito en Illescas.
Su relación epistolar narra las vicisitudes de ambos intentando capear las inclemencias y tempestades del día a día.
Su amor sobrevive al fuerte oleaje de la distancia y del paso del tiempo, demostrando una vez más la fuerza y la magia de la palabra que, a pesar de lo que digan las malas lenguas, vale sin duda mucho más que mil imágenes.
Capítulo 9.- Las aguas de Groenlandia a veces escaldan más que el mar que de ella emana
Groenlandia, 22 de marzo de un año eterno
Anhelada Hortensia, flor que en invierno hiberna, quizás porque le guste el calor de los abrazos que en verano prodiga el sol y sin embargo odia el frío del invierno cuando el astro rey da solo de refilón y no tiene manta donde cobijar su ardiente belleza.
Me alegra muchísimo tu buena disposición a formar una familia, porque nuestras tristes vidas por fin cobrarían sentido.
Aunque lo que mejor sabemos hacer es hacerlo, es preferible, (manteniendo la cabeza donde tiene que estar, sobre los hombros), es que adoptemos a nuestros descendientes y herederos.
Sin afán de ofender, tus genes familiares se han ido malogrando por un camino endogámico e incestuoso.
Manolín, sin ir más lejos, y sin pretender trepar por tu árbol genealógico (porque a veces la ignorancia da la felicidad), es tonto perdido.
Lo sabemos tanto tú como yo (y, no te puedo engañar, todo el pueblo).
Pero yo por ti hago de tripas corazón y me pongo una venda en los ojos. Si tú le tienes cariño, yo también.
En el último puerto que atracamos para descansar y emborracharnos, me hice con un catálogo de adopción internacional. Me encandiló un esquimal que tiene una mirada que irradia confianza y provoca ternura. Es bajito pero fuerte y ya sabe decir en castellano mamá y papá. Probaremos suerte e iremos a verlo en cuanto regrese. Tenemos que pensarlo muy bien, tú eres muy lanzada, florecilla salvaje.
Aunque no te lo creas, las aguas de Groenlandia, a veces escaldan por muy heladas que estén y ya me estoy viendo en el mar del retiro remando hasta tu orilla, y escondidos detrás del banco repleto de cáscaras de pipas, acoplarnos tú delante y yo detrás, o yo delante y tú detrás (el mismo gusto nos va a dar) como en tus sueños y volver a casa, después de nuestras aventuras lujuriosas, por navidad para hacer roscón de reyes y mazapán de Toledo.
Te imagino de todas las formas habidas y por haber, musa mía de las noches de amor embotellado.
Te quiere tu marinero de agua dulce y salada, Blas García Peláez
P.D. Me está viendo el psicólogo del barco. Las focas me parecen sirenas y a Barlovento le veo pecho.
Illescas, 3 de abril del mismo año eterno
Marinero mío,
causante de todas mis alegrías y aún más de mis nostalgias.
Cuando formemos una familia y nos traslademos a la capital para que te retires en el Retiro y yo trabaje en mi propio bar junto a Manolín, me voy a cambiar de nombre, que no de apellido, porque llevo con mucho orgullo ser hija de quien soy, aunque con una humildad que no se explica con semejante abolengo.
La adelfa es más mi tipo de flor, es como yo, bella pero recia, dura ante las adversidades, que se mantiene impertérrita tras las calamidades e impasible tras los avatares de la vida. De hoja dura y flor atrayente y engañosa.
No me extiendo más en este asunto trivial que no me quiero ir por peteneras. Me quiero centrar en lo importante sin que se me vaya como siempre el santo al cielo al hablar de nuestro amor y de tu pasión por mis virtudes.
El sueño de cualquier mujer que se precie y se vanaglorie de ser una hembra como Dios manda, es formar una familia, aunque sea a base de parches y de retales.
Pues si a Manolín le tenemos que juntar con un esquimal de ojos alargados y más negros que el carbón, que así sea, por algo lo tendrá dispuesto el Altísimo, al fin y al cabo, todo está escrito en el libro del destino, como dice mi madre.
Manolín aprenderá a pescar salmones bajo el hielo con una caña, y el esquimal a decir sandeces con mucha gracia y a jugar al tirachinas.
Aguanta y persevera en la flota aunque sea hasta después del verano y así ahorramos. Rezaré por ti.
No es igual satisfacer sólo nuestras apetencias y caprichos, que tener vástagos de semejante calibre que sacar adelante.
No es lo mismo, te lo digo yo, aunque parezca desde tu idealismo recalcitrante que sea tan sencillo como coser y cantar.
Sé que te hierve la sangre y hasta te burbujea imaginándome con la falda más corta de todo el parque y saboreando las cáscaras de las pipas que se me quedan entre los dientes mientras tu haces hasta volteretas con la barca llena de turistas japoneses. Pero cuchirritín marinerín, aunque se te haga la boca agua, lo bueno se hace esperar, y yo me mantendré atemperada y con las piernas cerradas hasta que llegues, sin lanzarme a los brazos de cualquiera, te lo prometo, (lo prometido es deuda).
La familia bien merece la pena el sacrificio.
Haz oídos sordos a las amenazas de Barlovento. No ofende quien quiere, sino quien puede. Eso de que te va a trasladar a la filial china y lo único que harás será pelar gambas, lo dudo mucho. Sabiendo cómo es, no va a prescindir del marinero más fuerte, más valiente y con mejor formación y educación de toda la tripulación.
Te dejo, que entra por la puerta el camionero que me regala algún que otro consuelo y alivia un poco tu ausencia (algún día se lo podrás agradecer personalmente). Además, de tanto dar vueltas sobre lo que te quiero escribir he acabado con el lápiz…lo he debido morder como solo te muerdo a ti cuando lo hacemos. Ya me decías que en vez de una Hortensia a veces me asemejo más a una planta carnívora.
Te quiere y te idolatra,
tu camarera de carretera,
Hortensia Sanpatrás.