Carta semanal del obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara : La lacra de los incendios
miércoles 27 de julio de 2022, 12:36h
Los medios de comunicación nos presentan diariamente imágenes desoladoras de distintas zonas de España como consecuencia de los incendios devastadores de estas últimas semanas. Los estudios de los expertos nos dicen que la mayor parte de estos incendios son provocados. En unos casos, son fruto de la negligencia humana; en otros, la intencionalidad está detrás de estos desastres medioambientales.
La violencia que anida en el corazón humano, herido por el pecado, tiene también manifestaciones en los síntomas de enfermedad y deterioro creciente que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, dirá el papa Francisco, “entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que “gime y sufre dolores de parto” (Rom 8, 22) (LSi, 2).
Esta violencia tiene sus manifestaciones en la quema incontrolada de los bosques, en la muerte de animales como consecuencia del fuego y en el sufrimiento, desolación y lágrimas de tantas personas que lo han perdido todo y que contemplan el futuro con incertidumbre y tristeza. Pero, sobre todo, se manifiesta en la pérdida de vidas humanas y en los heridos por el fuego al intentar apagar los incendios.
En medio del profundo dolor de quienes tienen que abandonar sus casas para evitar males mayores, tenemos que dar incesantes gracias a Dios por la acogida solidaria de tantos hermanos que los reciben con los brazos abiertos en sus pueblos, por la dedicación y entrega de las fuerzas de seguridad y por los miles de personas que están trabajando con generosidad y valentía, arriesgando en muchos casos la propia vida, para custodiar las vidas de los demás y para evitar un mayor deterioro de la casa común.
Aunque haya personas sin escrúpulos que no se paran a analizar la gravedad de sus actos y las consecuencias siniestras de sus decisiones, todos tendríamos que preguntarnos por las razones últimas de estos comportamientos. Ciertamente, nunca hay razones que justifiquen este tipo de actuaciones, sobre todo, cuando se pone en peligro la vida de las personas. No obstante, para evitar que estos actos se repitan en el futuro las autoridades civiles deberían practicar la escucha y establecer un diálogo sincero con quienes viven el campo para conocer las verdaderas causas de estas acciones. Ellos son los primeros interesados en la defensa de la naturaleza y en el cuidado de la misma.
El cuidado de la casa común y la defensa de la creación son responsabilidades de todos y exigen una urgente formación ecológica de niños, jóvenes y adultos. Pero, como nos recuerda el papa Francisco, no deberíamos pasar por alto que una “ecología integral implica dedicar algo de tiempo para recuperar la serena armonía con la creación, para reflexionar acerca de nuestro estilo de vida y nuestros ideales, para contemplar al Creador, que vive entre nosotros y en lo que nos rodea, cuya presencia “no debe ser fabricada, sino descubierta, desvelada” (LSi 225).
Con mi sincero afecto y bendición, feliz día del Señor
Atilano Rodríguez, Obispo de Sigüenza-Guadalajara