Un punto que sabe distinto, un Alba en inferioridad enorgulleció a más de 9.000 aficionados que asistieron al estadio

Vale lo mismo que ante el FC Andorra. O que ante el Burgos CF. Exactamente igual. Pero el sabor es totalmente distinto. El Albacete empató en casa un choque con sobresaltos pero dejando una sensación sobresaliente.

Y todo ello pese a una primera parte complicada de digerir y con un vuelco negativo como los números rojos. Y es que de ese color fue la tarjeta que vio Maikel Mesa pasada la media hora de juego. Ese contratiempo, y la situación de inferioridad durante casi una hora que se avecinaba, vaticinaba un partido complejo. El equipo se vio obligado a rehacerse y rearmarse. Y siguió erre que erre con la idea de empujar y sumar.

Más de 9000 gargantas animaban a los de Albés, consciente de que un reto que antes del partido era mayúsculo pasaba a ser superlativo.

La segunda mitad fue harina de otro costal. El Albacete salió convencido e intentó defenderse atacando. Sin grandes alardes pero con convencimiento, los blancos fueron creciendo y viéndose capaces, creyéndoselo y haciendo creer a los suyos.

El tiempo pasaba y el campo bullía. Y más que lo hizo. Pasada la hora de partido, Dubasin se enzarzó en una batalla futbolística por el balón con la zaga canaria de la que no solo salió victorioso, sino que inició lo que acabaría siendo un golazo de Manu Fuster. El pingüino y el mago. Como en Leganés, pero al revés.

Los manchegos trataron de atar el resultado pero solo cinco minutos después el cuadro isleño igualó por medio de Garcés. Palo que no desestabilizó a los nuestros, que de nuevo se repusieron y acabaron teniendo ocasiones, sin renunciar a mirar a la portería. Entre tanto, Bernabé se hacía grande con paradas de mérito que hicieron las delicias de la grada.

Así acabó un choque que deja un punto en casa, el debut en fútbol profesional de Fran Álvarez y al público ovacionando, otra vez, a sus hombres tras el pitido final.