Carta semanal del obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara : Volver a Dios
miércoles 22 de marzo de 2023, 07:29h
En nuestros días nos encontramos con personas que no rechazan a Dios ni niegan positivamente su existencia y, sin embargo, viven instaladas en una profunda indiferencia religiosa. Con el paso del tiempo, Dios va desapareciendo paulatinamente de su vida y deja de ser plenitud de sentido.
Ante esta realidad, tendríamos que preguntarnos: ¿Es posible volver a Dios? ¿Es posible dejarle entrar nuevamente en nuestra vida? La Sagrada Escritura nos dice que Dios está llamando constantemente a la puerta de nuestro corazón, esperando que le dejemos entrar para compartir con nosotros su amistad y su vida. La vuelta a Dios, por tanto, depende fundamentalmente de nuestra respuesta a sus llamadas.
Esto quiere decir que, para volver a Dios, en primer lugar, hemos de purificar la imagen que tenemos de Él. En Jesucristo, Dios se nos ha manifestado, no como el padre que viene a aplastar y condenar a sus hijos, sino como el que nos ofrece su vida, nos brinda su amor y nos invita a participar de su gloria. Por tanto, el ser humano solo podrá volver al encuentro con Dios, si supera el miedo a Dios y se deja atraer por su amor.
Pero, además de purificar la imagen de Dios, es preciso que revisemos también el uso de los bienes que recibimos de su infinita bondad. Todos corremos el riesgo de llenar la vida de cosas, de objetos materiales, y quedar vacíos por dentro. Pensamos que somos los más inteligentes, sabios y poderosos, pero, sin embargo, somos incapaces de escuchar a Dios, el único sabio y poderoso, para adorarle y ofrecerle la vida.
La experiencia de nuestra debilidad y de nuestros límites tendría que impulsarnos a buscar un fundamento sólido para la existencia. En medio de las incertidumbres, desánimos y faltas de esperanza, la palabra de Dios nos recuerda que nuestra existencia es como una casa. Para que permanezca en pie, soportando los vientos y las tormentas, es preciso cuidar el tejado y las fachadas, pero sobre todo es necesario que la casa esté cimentada sobre sólidos cimientos. Si no fuese así, se vendría por tierra.
Para descubrir los sólidos cimientos que nos conducen a Dios y para encontrar el camino que nos guíe hasta Él, necesitamos silencio, escucha, acogida y discernimiento. A lo más hondo de la existencia solo podemos llegar si nos ponemos en silencio ante Dios, escuchamos su palabra, nos postramos ante Él y le dejamos iluminar nuestro camino. Entonces, el corazón humano comienza a experimentar su cercanía y se abre a Él.
Ciertamente, el ser humano puede permanecer cerrado sobre sí mismo, conformándose con la rutina y mediocridad espiritual. Sin embargo, aunque se cierre a sus llamadas y la fe se apague, no puede olvidar nunca que Dios no le abandona ni se aleja de él. A pesar de nuestros pecados, Dios seguirá siempre dispuesto a la misericordia y al perdón. Si el perdón no llega a nosotros, no será por culpa de Dios, sino porque nos cerramos a Él.
Con mi sincero afecto y bendición, feliz día del Señor
Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara