Carta semanal del obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara : La esperanza cristiana
martes 25 de julio de 2023, 20:14h
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que “la esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo” (CIC 1817).
Esta esperanza se manifiesta desde los primeros momentos de la predicación de Jesucristo, cuando proclama las bienaventuranzas. Estas elevan las pequeñas y limitadas esperanzas humanas hacia el cielo, hacia los bienes de arriba, hacia la nueva tierra prometida. Además, trazan el camino a seguir para llegar a ella a pesar de las pruebas que esperan a los discípulos de Jesucristo en su peregrinación por este mundo.
Aunque en nuestros días se vislumbran muchas sombras con relación al futuro de la humanidad debido a las constantes crisis económicas, a la falta de respeto a los derechos humanos, a las amenazas para la paz en distintos lugares del mundo y a los comportamientos egoístas de muchos hermanos, los cristianos no deberíamos perder nunca la esperanza ni dejarnos conducir por el miedo o por las circunstancias adversas.
La gran esperanza del cristiano es Cristo, que nos promete y ofrece la posibilidad de participar de su vida eterna, por medio de la unión con Él, especialmente por la participación consciente en los sacramentos durante nuestra peregrinación por este mundo. Si nos abrimos a Él y permanecemos en su amor, Cristo nos da siempre la luz, la esperanza y la fuerza que necesitamos para superar las oscuridades y dificultades del camino, pues sabemos que nos ama sin condiciones y que, cumpliendo sus promesas, permanece a nuestro lado y no nos abandona en ningún momento de la vida.
Para que no decaiga ni llegue a perderse la esperanza, tenemos la posibilidad de alimentarla por medio de la oración, especialmente por la oración del padrenuestro. En las peticiones que dirigimos al Padre se concentra todo lo que la esperanza nos hace desear. Podemos, por tanto, esperar la gloria eterna prometida por Dios a los que le aman (Rom 8, 28-30).
Esto quiere decir que la esperanza cristiana va siempre más allá de las legítimas esperanzas humanas, que se concentran en la liberación de los problemas personales, sociales y políticos, pues, como todos sabemos muy bien, lo que Jesucristo inauguró con su muerte y resurrección fue una nueva humanidad, un cielo nuevo y una nueva tierra, que vienen de Dios, pero que al mismo tiempo puede producir extraordinarios frutos en este mundo, cuando nos dejamos transformar e impulsar por la acción del Espíritu Santo. La justicia y la paz son dones de Dios a la humanidad, pero su realización y concreción requieren el testimonio de hombres y mujeres que sean tierra buena, dispuesta a recibir y acoger la buena semilla de la palabra divina.
Con mi bendición, un cordial saludo.
Atilano Rodríguez Obispo de Sigüenza-Guadalajara